Peace and love

C.S. Bilardo (y II)

PEX CORRESPONSALÍA SANTIPONCE “Me cago en mi puta vida deportiva. ¿Pero qué es esto? Vaya partidito, ío. Vaya puta banda. Antes del minuto cinco, dos lesionados, uno de ellos con la rodilla girando como los perritos de los salpicaderos de los taxis, la que le ha dado el negro ese de los pelos que, cágate, es español y se llama nada menos que Vicente. Al menos, según dice la alhaja que tengo aquí al lado, el nota ese que ha quedado para un partido homenaje y poner una bodeguita parece que se va a un equipo de Galicia el año que viene y no me tengo que comer el marrón de recuperarlo. Ahora me entero de que Galicia no es España entera, que sólo es un trocito, por ahí arriba anda. Muchas vacas y buenas mozas, que la que no es bruja, es puta, me han dicho. Como en Loja, han culminado, aunque eso no lo he entendido bien. Lo que se aprende viajando. A ver si pita ya el árbitro y dejo de tragarme este bodrio. Hablando de tragar, vaya el saque que tienen aquí el amigo y sus compadres. Qué manera de pedir marisco en el restaurante del hotel. Yo con el café y un sobrecito de Eno y ellos diciendo que esperara, que iban a pedir otra ración de gambas, que un día es un día y los viajes pagados por el club acababan hoy. Y la parienta preocupada por los asados de mi tierra. Cago en la hostia, el ácido úrico de la peña aquí tiene que estar por las nubes. Bueno, por lo menos, trabajo hay. Y mucho. Porque vaya el equipito que me van a encasquetar. Ea, ya ha pitado este. Irse al carajo ya, hombre. Anda, coño, ¿qué hacen los de blanco y morado saludando desde el centro del campo? Le voy a preguntar aquí al consorte, que ya parece que se le ha ido el flatito, vuelve a poder fijar los ojos en sus órbitas y los lamparones del agüilla de las gambas van desapareciéndole de camisa, corbata, americana y pantalón y la gotita de la barbilla ya está seca. Por muy directivo que sea, algo de esto sabrá.” Don Carlos Salvador Bilardo pregunta, en efecto, que a qué viene la parranda que se está montando en el Nuevo José Zorrilla a la conclusión del Real Valladolid-Sevilla Fútbol Club de la última jornada de la 91/92, con todo el plantel blanquivioleta saludando a la afición local y ésta correspondiéndole con aplausos, si habían ganado algo los pucelanos, a pesar de lo malísimos que son. El interpelado responde que ganar no han ganado nada, ni ese año ni ninguno de su ridícula existencia, que habían descendido a Segunda y se despedían así de la afición hasta el año que viene. Bilardo no se lo cree. “¿Que les aplauden por descender? ¿El día que ganen algo qué hacen con ellos? Joder con la Comunidad Europea. Esto pasa en Argentina y esos tíos no salen de aquí vivos.”

Este monólogo interior, si bien algo transliterado al dialecto sevillano, se reprodujo en idénticos términos aquella tarde. Esa misma semana, Bilardo se había comprometido con el Sevilla para ser el entrenador durante la campaña 1992/93. El acuerdo se produjo por mediación de Sánchez Sabater, el de Suker, sí, y Rosendo Cabezas había vuelto a  montar en cólera al ver que, otra vez, no iba a trincar nada. A David Vidal y Floro recomendó para ver si caía algo. Menos mal que don Luis Cuervas otra cosa no, pero ambición, tenía. Aunque hipotecara hasta las macetas de la señora que tenía vivienda en el estadio y que las sacaba al solecito colocándolas en banco de pista de gol sur en aquellos partidos matinales del Sevilla Atlético, el caragato buscaba siempre algo con que ilusionar a la parroquia. En un Sevilla Atlético-Pegaso, por cierto, un servidor, preso de tribulación y congoja por la remontada de los madrileños a escasos diez minutos del final, se cargó unos cuantos geranios de aquellos de gol sur. Con la actual ley del deporte en la mano, me habrían caído 6.001 euros de multa y prohibición de acceso a los recintos deportivos por período no inferior a un año, pero también con la actual ley del menor habrían entrullado a la señora por maltrato visual y ecológico a la infancia. Así que todo quedó en una colleja y un intercambio de insultos hacia mi persona, mi señora madre y algunos de mis antepasados, por una parte, y hacia la adiposidad, modo de ganarse la vida y cociente intelectual de la pobre señora a la que, tantos años después, pido perdón desde esta preclara tribuna, por otra.

Bernado de Chartres dijo “somos como enanos a hombros de gigantes”. Clásico recurso medieval a la “Auctoritas”. Innovar estaba feo en el siglo XII, todo se basaba en el saber de los profetas, los evangelistas, los monjes irlandeses, los Padres de la Iglesia. Después, se le daba la vuelta a la afirmación hecha por alguno de aquellos gigantes y lo adaptaban a lo que mejor convenía, recurso y mentalidad muy en boga actualmente, y es que es muy cierto, señores, que vivimos una nueva edad media en muchos aspectos. Como último reducto de la Europa ilustrada que somos, en PEX nos cagamos en los argumentos ad verecundiam, en la apelación a lo visual por encima de lo argumentativo y en el pasado. Por tanto, declaramos que Bilardo era, en lo formal, un vendeburras como otro cualquiera. Por si fuera poco, era italo-argentino. Antes incluso de firmar el contrato, proclama “mis equipos nunca bajaron del cuarto puesto”, embuste como un castillo para todo aquel que leyera con delectación y provecho la anterior entrega del dossier narigón. “Si no entreno al Sevilla, no vuelvo a entrenar nunca más”, otra fanfarronada idéntica a la que soltaría por esa boquita Diego Armando Maradona semanas después. Al menos, tras el poema que presencia en Valladolid, matiza, “prometo trabajo y no resultados, pero pelear por la mitad de la tabla no es lo nuestro”. En la concentración veraniega en Chiclana es una máquina de dar titulares plenos de fantasmagoría, como que levantó a las 4 de la mañana a sus ayudantes para que le buscaran una grabación de un partido de hockey hierba que había visto la tarde anterior, malditos sean los Juegos Olímpicos de Barcelona, porque había observado movimientos tácticos que podía adaptar a su repertorio. Cuando Simeone marca un golazo desde el centro del campo al Atlético de Madrid en el Ciudad de Sevilla, tiene los huevos de afirmar en la rueda de prensa que esos goles eran muy normales en la liga argentina. Y ya a finales de agosto se descuelga amenazando con irse antes del comienzo de la temporada, pues no contaba con los efectivos que él creía necesarios ni cuantitativa ni cualitativamente, y que el dinero de la venta de Zamorano (Cuervas: “dije que conmigo el Sevilla nunca sería un equipo vendedor, pero la oferta del Madrid por el chileno era irrechazable”; el vicepresidente de entonces, don José María Del Nido Benavente, tomando nota como loco) no se había invertido en reforzar con garantías al equipo. La plantilla era corta, es verdad, pero después de esa advertencia sólo llegarían Maradona y Losada, que estaba sin equipo. Traducimos del italo-argentino al español aquella reconvención: o viene el drogata, o me voy. En lo deportivo, cacarea cada vez que le dan un micro que su sistema, el de los tres centrales, etcétera, era muy difícil de asimilar por los jugadores, pero que cuando lo hicieran aquello iba a ser una merienda de negros cada domingo. Acaecen bochornos como el de la presentación, con unos cinco mil (5.000) espectadores en la grada que vieron una pachanga infecta contra el Nacional de Montevideo, y Bilardo, tras el partido, hace un Mourinho avant la lettre al cubo: no se presenta en la rueda de prensa porque le daba vergüenza lo que había visto en el terreno de juego y ni siquiera manda a Karanka o a lo más parecido que tenía a mano, Miguel Ángel Lemme. No gana ni un partido en el citado Ciudad de Sevilla, de formato enrevesadísimo aquel año por culpa de la Expo, contra Atlético y Oporto. Y todavía hay quien recuerda veinte años después aquel derroche de la Cartuja con benevolencia. Una vez empieza la temporada, con Maradona o sin él, la misma mierda de todos los años: séptimos y a un punto de la UEFA.

No es que nos hayamos vuelto locos y vayamos a tratar al genio de Buenos Aires como a un Jiménez de la vida. Es que Hegel nos la pone dura. Y Fichte; ese también; menos, pero también. Si bien ambos son idealistas, maldita sea su sombra, su influencia en el materialismo histórico es indudable. Todas las cosas, por tanto todos los hechos, así como los individuos, son contradictorios en sí mismos. Argumentar lo contrario es ser un sucio idealista y, por tanto, dualista. Yo me cago en el dualismo. Muera el noúmeno. Arrasemos Königsberg y sembrémosla de sal, no sea que salga otro como el mierda de Kant. A pesar de tanta barrabasada, don Carlos Salvador Bilardo aunaba contradicciones geniales dentro de sí, además de ser el que trajera, de una vez y para siempre, el materialismo despojado de cualquier tipo de afeite y envoltorio a ésta, nuestra malhadada ciudad. Porque, y he aquí el verdadero legado de don Carlos a la capital hispalense, su equipo y su afición, en Sevilla siempre hemos sido un poquito gilipollas. Que si hay que jugar bonito, que si la escuela sevillana, que si clase y señorío, que si ir al estadio con la camiseta puesta es de payasos, que si yo voy con traje y con mi señora del brazo llevando una bandejita de pasteles de Ochoa. Esta penosa actitud de buena parte de la afición se reflejaba en un equipo tradicionalmente blando y maricona. Ya nos podían dar todas las hostias del mundo en cualquier estadio que en la vuelta el equipo contrario no sufría el mínimo atisbo de encerrona y si nos poníamos graciosos al final también nos calentaban aquí. Eso iba a acabarse con Bilardo al frente de los nuestros. Era un fanfarrón y un sinvergüenza, pero tenía los cojones en su sitio. Y lo que es más importante: estaba como una puta cabra.

La primera vez que vi que algo, efectivamente, cambiaba para mejor, fue el 8 de noviembre de 1992. Perdía el Sevilla 1-2 contra el Rayo Vallecano a falta de 12 minutos. A los jugadores Bilardo ya los había vuelto locos, pero faltaba contagiar esa vesania a la afición. Ésta, viendo el empeño y empuje de sus once representantes en el césped, empieza a rugir con un unánime Sevilla-Sevilla-Sevilla que lleva al equipo a empatar primero, por mediación de Monchu, y a remontar a falta de dos minutos para el final del partido, con doble remate de cabeza de la extensión en el terreno de juego del mando de Bilardo, Diego Pablo Simeone, que termina entrando en plancha en la portería contraria con balón, portero y dos defensas rivales. Habiase adelantado el equipo de Vallecas al principio de la segunda mitad con golazo de Pedro Riesco y lo que, en otros tiempos, hubiera sido un querer y no poder para acabar los últimos minutos de la contienda con los jugadores desfondados y abroncados por la afición, se convirtió en una comunión perfecta entre grada y equipo que nos llevó a una épica victoria como yo no había visto nunca.

Sin embargo, aún era pronto para poder hablar de una verdadera metamorfosis sevillista. En Sevilla seremos indolentes, ombliguistas, cerriles, autocomplacientes y caínes inverecundos, pero dadnos un enemigo común y temblará la tierra. El primer partido del año 93 nos lleva a jugar contra el Club Deportivo Tenerife de Jorge Valdano. Cruce de declaraciones entre sevillistas y tinerfeñistas en las que entraron Maradona cagándose en la puta madre de Fernando Redondo, Bilardo en la de Valdano, y las que me hicieron llorar a berrido limpio al ver que tenía de mi lado al cabronazo que siempre soñé, las de Simeone, diciéndoles que para ganar el partido iban a tener que matarnos. Esto hoy, con la prensa deportiva que nos hemos buscado, es el pan nuestro de cada día. Pero te aseguro, a ti que eres joven y tu memoria no alcanza a recordar la línea defensiva David, Alfaro, Loren II, César (el del Mirandés, ése), que en el año 93 eso era como entrar en una iglesia, mearte en el altar, quemar el confesionario, echarte un cubata en el copón bendito y después proponerle al párroco ir de putas. Valdano, con su mendacidad e hipocresía inherentes, comentando que esto no es más que un deporte. Los nuestros, que es una guerra entre dos concepciones enfrentadas, irreconciliables y los muertos del que haga prisioneros. Veía cumplido un sueño: éramos los Charlestown Chiefs, Paul Newman desquiciaba a los jugadores y habíamos fichado en el mercado de invierno a los hermanos Hansson. En aquel partido nos hacen una encerrona de padre y muy señor mío, campo lleno, nos expulsan a Maradona y Marcos y nos meten tres. Pero, y esto lo juro por la salvación de mi alma que fue la primera vez que lo escuché en la grada, un pensamiento unánime entre el sevillismo, expresado con torvas sonrisas y chascar de dientes, se abre paso y no se olvida: ya vendrán.

La semana siguiente, llega el Fútbol Club Barcelona. A Bilardo, que se le fueran partidos señalaitos, le daba por el culo. Ya se le había ganado, desquiciado y arrollado al Real Madrid en diciembre. Frente a los catalanes, la gesta se hacía más cuesta arriba. Con el estadio lleno, 70.000 almas en las gradas, sabiendo que lo principal es ganar y, si no se puede, qué menos que dar patadas y llevarte un punto, Bilardo pone a Prieto, que entonces superaría la veintena por poco, a marcar a Michael Laudrup. Alrededor del minuto 20, el danés ya le había cogido asco al partido por la somanta de palos que estaba recibiendo. Lo de Bilardo con el albaceteño es digno de estudio. Porque estoy seguro que las idas de olla de éste, sus cuatro partidos de sanción ueferos que aún arrastra y jamás cumplirá, sus agresiones a árbitros en Portugal y huidas subsiguientes por tragaluces del vestuario, son una clara consecuencia del adiestramiento que tuvo a las órdenes del argentino. Le destrozó el hipotálamo, pero lo hizo un hombre. Y eso fue todo el partido. Serán mejores, pero en casa no me pinta la cara ni Dios. La única pena que tengo con Bilardo es que nunca dirigiera un derby, pero las criaturitas estaban en su división natural y nos privaron del espectáculo.

A principios de febrero, y qué ganas teníais de que llegara a esto, eh, cerdacos, el Sevilla tiene que jugar en La Coruña. Después del partido contra el Barcelona, se ganan los tres siguientes encuentros, en El Plantío y a Sporting y Albacete en casa. Con estos resultados nos poníamos quintos, rendíamos visita al líder que se encontraba a sólo seis puntos y del que todos pensaban sería un rival directo por la UEFA pues no se esperaba que ese equipito, que hasta entonces había sido un habitual de categorías inferiores, durara mucho al frente de la clasificación. El partido fue un bodrio, impropio del Sevilla de Bilardo. Un tiro al palo de Maradona y pare usted de contar; partidazo de Unzué con penalty parado a Bebeto incluido; 2-0, con segundo gol de Aldana controlando con la mano, y a casa. Eso fue todo. Pero llega el lunes y, en el programa de Canal Plus “El día después”, emiten, comentan, glosan y condenan el vídeo visto mil veces por todos ustedes. Ya con anterioridad este programa, en su sección “El semáforo”, venía afirmando que el Sevilla era el equipo más favorecido del campeonato por las decisiones arbitrales. El equipo más tarjeteado y con más expulsiones de la Primera División, y a mucha honra, era, a juicio de estos hijos de mil putas, el más favorecido. En las imágenes del citado vídeo se ve que Maradona, al intentar controlar un saque de banda criminal de, creo, Manolo Jiménez, alarga la pierna hacia atrás y su pie izquierdo impacta en la nariz del deportivista Albístegui. Salen las asistencias de ambos equipos y Domingo Pérez, fisioterapeuta sevillista, va en auxilio del vasco. Bilardo monta en cólera al entender que debía dirigirse aquél a Maradona, nunca al contrario. Que si pisarlo, que si los de colorado son los nuestros, que si otras frases que han pasado con letras de oro al ideario sevillista. Pues bien, desde PEX pensamos que, casi veinte años después, prácticamente nadie ha entendido todavía los motivos por los que Bilardo montó aquella pajarraca. No es que le diera un ataque súbito de psicopatía, que los tendría, vaya si los tendría, sino que, en vista de la hostia que se había llevado el defensor del Deportivo, quería que Domingo Pérez fuera a atender a Maradona, éste se quedara en el suelo y el lance quedara como algo fortuito sin consecuencia alguna. Porque, si das una patada, y hasta tu fisioterapeuta va a atender al contrario, es que ésta ha sido de impresión, tarjeta, sanción y tribunal de La Haya. Sin embargo, Domingo coge y hace exactamente lo último que haría una persona con un mínimo de cordura. Sí, muy encomiable eso de ser buen samaritano, pero nadie ha muerto por una nariz fracturada, se lo digo yo que sé de lo que hablo. Hasta te ríes en urgencias con tu tajá cuando llegas y te ponen los huesos en su sitio. Y lo que se estornuda. Un despiporre. Por eso fue el cabreo de nuestro ídolo y padre futbolístico. De artista total es la filípica que le mete al pobre masajista cuando vuelve al banquillo, sin dejarlo hablar, cortándole con un “pisarlo” cada comentario justificativo de su tropelía, aparte de dirigirse en uno de los exabruptos a las cámaras que sabía que le grababan. Parece una discusión tasquera. Si es que había que quererlo, coño. Mientras tanto, a su izquierda, Monchi haciendo lo mejor que sabe, que ha llevado a cabo en todas las facetas de su vida profesional, y que tantos réditos le ha reportado: la estatua.

A partir del día siguiente, drama, horror, consternación, espanto. Al sur hay unos bárbaros hijos de mil padres que se están rebelando, ya no se dedican a cantar y tocar las palmas, ahora reparten como sus antepasados vándalos, guardad a los niños y a las mujeres que viene esta horda. Los informativos televisivos abren con la noticia, las portadas de los periódicos se ven copadas, las tertulias radiofónicas piden cabezas. El Comité de Competición, ante la alarma social, entra de oficio y decide sancionar a Maradona con un partido por la jugada. Albístegui, con un par de huevos, dice que es un trato injusto, que todo fue fortuito y que daría, no ya la nariz, sino un brazo por poder volver a estar en contacto con el pie izquierdo del 10, y la sanción, gracias a él o no, queda en suspenso. Por algo no lo hemos insultado en todo el artículo. Y es que Albístegui era de Éibar, y eso se nota. A Bilardo lo citan en Madrid para que comparezca ante el Comité para aclarar su conducta. Éramos la ETA. Pero la ETA de los 70, con un apoyo popular masivo pues, el domingo siguiente, nos visitaría otro rival directo por Europa, el Valencia Club de Fútbol, en partido televisado en directo por, qué cosas, Canal Plus.

Yo ya había vivido partidos de siroco total en las gradas. Bastantes derbis, encuentros ajustados contra el Madrid, un par de partidos de UEFA. Pero, hasta aquel, ironías del destino, 14 de febrero, yo no había visto nada. El Sánchez-Pizjuán fue una olla a presión constante dirigiéndose hacia un solo objetivo: la cabeza de Michael Robinson. A cada falta en contra del Sevilla se liaba gordísima, con todo el estadio girándose hacia las cabinas de retransmisión inquiriendo al puto inglés que dónde pollas estaba ese supuesto trato de favor que él pregonaba cada lunes en su programa de mierda. Por contra, cada falta del Sevilla que acababa con un jugador levantino tumbado en el césped era coreada con un atronador “písalo, písalo” que, desde aquel día y hasta el fin de los tiempos, será marca registrada, con denominación de origen Ramón Sánchez-Pizjuán. Nos empataron a dos a diez minutos del final, pero eso fue lo de menos. Al fin, tras doce años de gilipolleces, veía mi estadio abarrotado de cabrones que iban a una en defensa de sus colores, caiga quien caiga. Hará un par de años, no sé si fue Carlos Martínez o Robinson, a uno de los dos le escuché una entrevista en la que le preguntaban en qué estadio había visto un ambiente más hostil. El interpelado reconoció que como el Sánchez-Pizjuán aquella tarde, a cuento de lo de Bilardo, el “písalo” y las supuestas ayudas arbitrales, ni el Ali Sami Yen ni su puta madre. Unión total en busca de venganza y defensa de los nuestros. Orgullo africano.

Todavía quedaban algunas muescas más, como el partido contra el Athletic, en el que Simeone se cruzó y calentó por primera vez a su ojito derecho, Julen Guerrero, o el de Cádiz donde nos hicieron una encerrona de las que por allí se estilaban. Pero llega la puta primavera, empezamos a joderla y acabamos a un punto del objetivo, con todo el mundo pidiendo a Bilardo que se quedara pero, finalmente, prefiere irse. Por supuesto, a finales de mayo le ganamos al Tenerife de Valdano, cómo no, con gol 2.500 a cargo de Rafa Paz, y un patético esfuerzo del técnico de los canarios por usar las armas de Bilardo: tras el descanso, el Club Deportivo Tenerife tardó una eternidad en volver al terreno de juego para disputar la segunda parte, ardid muy utilizado por don Carlos para joder al contrincante. Supongo que pensaría, sentado a la vera de Monchi, “¿a la cárcel vas a venir a robar, rabanito?”. Ya ven, el inventor de la clase, del fútbol como arte, de las diez mil mamarrachadas que no significan nada, también saca las uñas alguna vez. Pero estas cosas nunca las verán en la televisión, sólo en sitios miríficos como PEX.

Como si aquello hubiera sido la versión hardcore de Mary Poppins, en la que una ciudad huérfana de unión y demencia necesitara la llegada de un enviado celestial que nos abriera los ojos, que nos dijera que las hostias sólo duelen al día siguiente y que quién te dice a ti que por grande que sea ese maromo no lo puedes pillar desprevenido con una pala en tus manos y abrirle la cabeza, el trabajo ya estaba hecho. Había conseguido nueve puntos más que su antecesor en el cargo, Víctor Espárrago, el respeto y cariño de todo el sevillismo y, otro ejemplo más de su sabiduría, no le dio un solo minuto en Liga a Ramón Rodríguez Verdejo. El poso insondable dejado por él perduraría en la afición y carácter del equipo, cristalizando en la peor época de la historia de la entidad a través de uno de sus discípulos más aventajados y al que, no les quepa duda, ya haremos un hueco en esta bitácora, don Joaquín Caparrós Camino. Por darnos un carácter, por la locura, por la ira, por las hostias, por la unión en pos de la cabeza del enemigo, por el “písalo”, por el orgullo recuperado; por todo; muchas, muchísimas gracias don Carlos. Usted siempre será uno de los nuestros.

17 comentarios

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17 Respuestas a “Peace and love

  1. PEX CORRESPONSALÍA AVENIDA DE LA PAZ

    Enorme camarada.

  2. Camilo Sexto

    Un detalle que quiero recordar pero como que se me escapa.

    Es de su segunda etapa aquí. El único partido que gana es en casa contra el Tenerife.Resulta que ya había hecho los tres cambios durante el partido. Bilardo hace como que no lo sabe y en los últimos minutos manda hacer otro cambio. Monta la de Dios para hacer el cambio volviendo loco a todo el mundo y consigue su objetivo, que apenas se juegue nada del descuento y ganemos el partido.

    ¿Fue más o menos así?

    • Pues más o menos. Seis minutos de descuento dio la maricona del árbitro, creo que Carmona Méndez, muy apreciado por esta casa por motivos que no vienen al caso, y si se jugó medio, mucho fue. Bilardo, de todos modos, la lió en gordo todo el partido.

  3. Lucius

    Uno de los mejores artículos de la bitácora, ENORME.

  4. Pakoko

    Un genio. Un puto loco, como todos los genios. Y profesional. En su segunda etapa aquí, que duró dos meses, cuando llegó, llamo desde Madrid al club para decir que llegaba a Sevilla a las 5 de la tarde, que programaran el entreno para las 6 y que fuera alguien a recogerlo con un chandal y unas botas. Y cuando vio la que tenía montada el club, con el cabrón del De Caldas mangoneando, se las piró y lo único que quiso de finiquito es que le pagaran el hotel y los billetes de avión.
    Grande Bilardo! Y gran artículo, compañeros.

  5. Me he reido,desternillado,pero lo mejor es haber llegado a conocer mejor a don Carlos a traves de este articulo,uno de los mejores que he podido leer en esta blogosfera,gracias por escribir y regalarnos estas cosas sin igual.

  6. Que si yo voy con traje y con mi señora del brazo llevando una bandejita de pasteles de Ochoa.

    ¡¡Me cago en mi vida!! No seré absolutamente nadie hasta que no vaya en algún puto momento de mi vida al fútbol así!!!

    PD: Premeditadamente o no, el hecho de que os hayáis saltado la segunda etapa de Bilardo en el Sevilla (con espantada incluida) deja la historia incompleta.

    PD2: No dejéis de visitar en Colussos vs Kukletas la entrada que le dedicamos al «Pisalo Pisalo» y su posterior reconversión en «Peace & Love. Peace & Love»…

    • Anónimo

      Sí, premeditado al 100% lo de no hablar de su segunda etapa. Que, para la casa de putas que era esto, tampoco creo que hubiera que echarle mucho en cara, pero es obvio que se equivocó al venir. Y hombre, incompleto… Tampoco dijimos nada de la última campaña de Tsartas o lo de la camiseta de Polster. Un pajas & mamadas es un pajas & mamadas.

      PS: Lo de los pastelitos te juro que lo he visto. Hace eones, pero lo he visto.

  7. Anónimo

    Clap, clap, clap. Me quito el sombrero_vegano

  8. Biri-biri

    vaya la foto gayer-nijinsky, no ???

    pd.: muy bueno, santiponcero

  9. Anónimo

    Absolutamente genial…

    Tántalo.

  10. ErPaYoMiJi

    No puedo ni ver a Simeone desde aquel, para nosotros, fatídico pisotón a Julen Guerrero. Lo siento pero, como creo que la mayoría de la gente por Bilbo, tengo grabado a fuego cómo no paraba de salir sangre de ese agujero que ni Froilán con una Desert Eagle. Y no es porque este año seamos capaces de dar dos pases seguidos y se me haya olvidado de repente que aquí siempre hemos vivido de los Goikoetxeas, los Patxis Salinas, los Lizeranzus y los Mendigúrenes. Tampoco me olvido de que los actuales Amorebieta y Aitor Ocio han repartido lo suyo también. Y hablo en pasado porque Ocio no juega nunca y Amorebieta lleva un año bastante «zen». Os lo tendría que mirar, pero creo que no ha mandado a nadie al hospital… todavía (que aún nos queda una final de copa y vete tú a saber).

    Pero bueno, sí creo que cada hostia tiene su matíz. Hay hostias y hostias. Y permitídme que use algún que otro cliché de mierda: En primer lugar está la hostia vasca de toda la vida, que busca un balón y, si por el medio encuentra piernas, problema suyo será. Y por otro lado está la hostia argentina, que busca primero la pierna y luego ya caerá el balón por su propio peso.

    La honestidad y el juego duro no están reñidos y a Simeone sólo le recuerdo lo segundo. Y para colmo va el pasado miércoles y nos jode la final de la Uefa el muy… (¿se puede decir «hijodemilputas» en vuestro blog?). ¡Puf!

    En fin… que nada. Otro gran artículo, amigos. Vuestro blog vuelve a ser, una vez más, fuente de conocimiento. Yo no pido más (ni menos).

    PD: Entiéndanse los términos «vasca» y «argentina» como una manera de representar esos dos conceptos. En ningún caso quiero nacionalizar violencias.

    • Sí, digamos que hostia de frente y hostia rastrera. Aquí abajo, con 40 grados de mayo a octubre, se hace muy cuesta arriba darte de hostias en plan noble y somos muy de lo segundo. No todos, válgame, pero sí hay cierta admiración. Admiración que tal vez comparta conmigo mismo. Pero es que hasta que llegó Simeone yo sólo había sufrido a tíos así. Tener de mi lado a uno de este estilo fue una revelación. Como cuando desquició a Romario el año siguiente y el brasileño perdió los papeles, le dio una hostia en un córner y acabó expulsado. Inmarcesible.

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