450 años robando

PEX CORRESPONSALÍA SANTIPONCE Me pregunto qué clase de hijo de la gran puta hay que ser para no hacerle caso a tu santo padre y poner la capital del imperio más grande que vieron los siglos, con posesiones en los cincos continentes, con una dependencia de las vías marítimas transoceánicas como nunca nadie tuvo donde a ti te sale de los huevos por un cabreo tonto, en un puto pueblo perdido en un páramo a muchas jornadas de la costa, sin vías de acceso naturales, sin ni siquiera un río digno de tal nombre que aliviase un poco la incomunicación que padecía esa mierda de villorrio. Sí, sabemos que la manida frase de Carlos V aconsejando a Felipe II la capitalidad de Lisboa por encima de cualquier otra opción como la más idónea para el mantenimiento y expansión del imperio español huele a apócrifa por los cuatro costados. Pero joder, que era Carlos V. Emperador. Un tío al que si le tocabas la moral, te encarcelaba al rey de Francia. No a un duque ni a un general. Al puto rey. Y si aun así persistías, te saqueaba Roma con unos modos y un juego de muñeca que ni Alarico más de mil años antes. Un tío serio, a pesar de haber nacido en la ya entonces metrosexual Bélgica, hijo de un chuloputas flamenco y una nini española que pensaba con el coño, pero también nieto de un tal Fernando II de Aragón y V de Castilla. Pues llega el niño y pone la capital en un poblado fundado por los moros, que lo llamaban Magerit o algo parecido. No satisfecho con Trento, la Contrarreforma, el barroco, los autos de fe y las hogueras, deja la corte en Madrid. Así nos ha ido desde entonces. Gracias, Felipito.

Toda esta coña viene, aparte de para que me cojan algo de culturilla, que buena falta les hace, porque uno imagina a veces, en ejercicios ucrónicos de esos que todos tenemos, qué hubiera sido del mejorequipodelsiglo de haber tenido este pobre país monarcas serios. El palmarés liguero estaría copado por el Benfica de Eusebio, habría grandes rivalidades tipo Oporto-Deportivo de la Coruña, se contarían las semanas para un Sporting de Lisboa-Fútbol Club Barcelona, y nosotros, magrebíes de siempre, igual no nos podríamos ver con los del Farense. Que nos pilla cerquita. O dando por buena la independencia de los notas estos de los fados, el Valladolid podría tener cuatro o cinco Copas de Europa, los medios de comunicación nacionales tendrían por allí su sede desde donde nos dirían que ellos atienden a todos los equipos españoles por igual, sin preferencias entre la Cultural y Deportiva Leonesa y el Burgos; o Juanito habría acuñado su famosa frase con un lapidario “Noventa minuti en el Salto del Cabaglio son molto longhi”. Lo que es seguro es que Madrid habría seguido siendo un pueblecito manchego, ahora pertenecería a la muy noble y muy heroica provincia de Alcalá de Henares, y no tendríamos que soportar lo de estas semanas pasadas, el gol de Zidane por el palo del portero a los del Leverkusen, y que, sí, seguiríamos aguantando chochear a Di Stéfano, eso seguro, pero porque habría formado una pareja de ensueño con Ladislao Kubala en el Fútbol Club Barcelona en los años 50. Por no hablar de los AVE y las autovías radiales. Tu puta madre, Felipe, tu putísima madre. Si ya te lo dijo Lope de Aguirre. Cabrón.

La realidad fue la que fue. No contentos con la innata capacidad hispana para vaciar arcas públicas, nos metemos a construir una capital de la nada en el peor sitio posible. Y pobre de aquel que dudara de este descabellado plan, aunque les perjudicara directamente, ya que han conseguido hacer del derecho divino madrileño a robar a los demás un dogma sagrado de la idea de españolidad. Díganle a un burgalés o un salmantino que la capitalidad madrileña es una idea de deficientes mentales. Le llamarán de catalán para arriba. Lo mismo en lo relativo al fútbol. Esquilmar al resto en beneficio del equipo que fundaron allá por la meseta. Cuando vean que de SE-40 nada, que es inviable, pero que el AVE Madrid-Santiago es una obra de necesidad perentoria, o que su club debe percibir una minucia porque el Madrid es el equipo de todos los españoles, tengan la seguridad de que ambos hechos obedecen a lo mismo: todos tenemos que jodernos en nombre de la capital. La población que vive al norte del delta del Ebro tendrá sus peculiaridades, hablarán raro y se les irá la boquita alguna vez; mas les asiste la razón en no pocas ocasiones.

Ahí siguen tantos años después, a lo suyo. Robando, encima, con el dinero de los demás. El colmo de la desvergüenza. A sus vecinos les han hecho pocas putadas, con mención honorífica, con hojas de roble en oro, espadas y diamantes, al fichaje de Hugo Sánchez, “pichichi” del Club Atlético de Madrid en la temporada 84/85, traspasado al finalizar su única temporada como rojiblanco al Universidad de Méjico, que lo expide al instante al Real Madrid Club de Fútbol. A nosotros también nos han quitado a algún jugador. Buyo, Nando, que la gracia nos costó un embargo del Barcelona (¿se hizo usted, oh joven lector, socio del Sevilla por vez primera en el verano del 95, impelido por la fiebre de sevillismo irredento que inundó nuestra ciudad durante aquel mes de agosto? Pues ya es hora de que sepa que sus dos o cuatro mil duros, dependiendo de su edad y posibilidades a la hora de sacarse el abono, fueron a parar, íntegros, a las arcas del Fútbol Club Barcelona), Suker, o Ramos, el que iba a ser capitán y bandera del Centenario porque era muy sevillista, al que según la Federación de Peñas no hay que silbar ni insultar cuando aparece por aquí. Gran pueblo Camas: un judas, un criaturita y un matavacas como hijos más notorios.

También es curiosa la autoindulgencia para los más cerdos entre los cerdos que se han puesto la camiseta merengue. De un tarado mental con tendencias psicóticas más que evidentes como Thomas Gravesen se hace en una televisión de ámbito nacional una especie de serie relatando las niñerías de semejante desequilibrado. Un seleccionador español contaba entre risas, en el programa deportivo número uno de la radio española, las hostias que le daban entre él y Gregorio Benito Rubio, que debió tener a su cargo una comisión de la Cruz Roja Española, a Biri-Biri. Y qué decir de uno de sus símbolos, Juan Gómez González, natural de Fuengirola, muy dado al sexo ocasional, con consentimiento mutuo o no, con camareras de hotel, y la que le dieron entre Chendo, Manolo Sanchís, hoy a sueldo de todos los españoles en RTVE, y él mismo, al pobre Lottar Matthäus. Raza, a eso, en la capital de las Españas, se le llama raza. Noble y bélico adalid, ganando en buena lid y que cuando pierde da la mano como bueno y fiel hermano, o qué sé yo. Los himnos de fútbol suelen ser todos gilipolleces como castillos, pero es difícil encontrar un caso que contradiga con tanto encono a la realidad del propio club. Ni el Cantarrana, coño, ni el Cantarrana (pinchen en ese vínculo, por el amor de Dios; si se tienen por hombres de bien, pinchen).

En fin. No obstante, uno puede ser como le dicte su propia naturaleza. Que para eso creó Nuestro Señor a las serpientes, por ejemplo. Lo malo es que tú encima les rías las gracias. Y ahí el Sevilla tiene mucho que callar. Porque el Sevilla Fútbol Club, en la temporada 1947/48, tuvo al alcance de la mano mandar al Real Madrid Club de Fútbol a la división de plata. Se recibió al equipo madridista al grito de “a Segunda, a Segunda” en el viejo Nervión. En la primera parte, el Sevilla poderoso de entonces se pone por delante en el marcador. En el descanso, don Santiago Bernabéu de Yeste, presidente blanco, hace lo que tanto gusta a los mandamases de ese club: bajar al vestuario. Según la hagiografía oficial, les dio una arenga a sus jugadores de tres mil pares de cojones que sacaron el orgullo madridista, el escudo, y que don Santiago era mano de santo para enardecer a las masas. Y una puta polla. Lo que pasó en la segunda parte fue tan normal que los jugadores sevillistas, una vez consumada la pertinente derrota, salieron abucheados por su propia gente en vista del tongazo que se produjo en aquellos infaustos 45 minutos. Nunca se sabrá a ciencia cierta, pero en la opinión de los que allí estaban lo cierto fue que el Sevilla Fútbol Club se había dejado perder para que este simpatiquísimo club que nunca se ha metido con nadie eludiera un merecido descenso a Segunda. Yo cambiaba dos copas del Generalísimo por ese blasón en nuestra historia, me cago en todo.

Mucha tela. Pero hay otra bonita anécdota sevillista que también se las trae. Antes de 2006 había dos hechos históricos que se rememoraban como la putísima polla por los oldfaces de entonces; a saber; la eliminatoria contra el PAOK en el 82 y el quebrar la racha de la Real Sociedad de 38 jornadas consecutivas invicta (desde luego que lo de este equipo y, sobre todo, esta afición, de 1948 a 2006 tuvo mérito). Respecto a este último partido, llegaba la Real con claras opciones de ser campeona y el Sevilla iba a cerrar una temporada normal aquí: séptimos. A mí siempre me contaron ese partido como el no va más de lo épico, nueve tíos, porque nos quedamos con nueve, derrotando a once que eran casi invencibles. Que si golazo de Bertoni, que si esto es Sevilla y aquí hay que mamar. Pero se me cayeron los palos del sombrajo cuando me dijeron que aquel equipo, que había hecho una campaña mediocre, se había partido el alma para darle el título, previa prima, al Real Madrid Club de Fútbol. No me jodas. Para partirles las piernas a los 11 tíos.

Que le hemos salvado el culo más de una vez a un equipo que nunca se ha cansado de putearnos, de meternos seis o siete cuando lo tenían de cara, de robarnos partidos y jugadores a precio de saldo. Putas y ponemos la cama. Así que a ver si el sábado hay suerte y, qué sé yo, a algún empleado del club le vuelve a caer el sambenito de portero de discoteca porque ha roto el sueño del capitán de Portugal de jugar la Eurocopa de Ucrania y Polonia. Lo cambiaría por la segunda UEFA a pelo. Al fin y al cabo, sería devolverles una cienmillonésima porción de lo que merecen.

Hasta a este lo robaron.