C.S. Bilardo (I)
PEX CORRESPONSALÍA SANTIPONCE Gran pueblo el alemán. La primera vez que les dio por unirse provocaron una nadería como la Alta Edad Media. Amariconadillos durante el siguiente milenio gracias al cristianismo, cuando Europa, al fin, levanta cabeza, se sacan de la manga la pestilente herejía protestante y guerras de religión, matanzas y persecuciones por todo el continente al canto. Pero faltaba lo mejor: su unificación. En menos de setenta años causan las guerras de Schleswig-Holstein, la guerra franco-prusiana, el Congreso de Berlín de 1885, la Primera Guerra Mundial y la Segunda. Setenta añitos y ese currículum. Que uno coge un libro y mira fechas y le parece muy lejano lo de Hitler y 1871. Pero ustedes imaginen que España, desde la victoria del Caudillo, hubiera liado todo eso hasta hoy. ¿A que ya no es tanto tiempo? Y lo más importante, ¿a que hay que ser tela de hijo de la gran puta, pero tela, y toda tu población, el 100%, tiene que ser muy bastarda para estar siempre maquinando cómo liarla aún más parda? Esos son los alemanes, que no les engañen. Coño, miren la que están montando ahora, sin ir más lejos. Aquí ya hemos retrocedido a 1871, su año fetiche, en cuanto a política laboral por su obra y gracia. En 1941 eran menos sutiles que ahora y entonces, entre otros grandes éxitos, pues hablamos de la verdadera edad de oro del germanismo, invaden Yugoslavia. Un reino ridículo pero con la peculiaridad de que sus buenas gentes tenían mala hostia para dar y tomar. No a niveles industriales como sus invasores, más bien siguiendo el modelo hispano: crueldad increíble que se canalizaba contra el pueblo de enfrente. El sino de los países sin revolución industrial; como no hay trenes, tenemos que sacarle los ojos a los de Villalpando o a los de Srebrenica. Y como no hay industria, por tanto no hay armas, les sacamos los ojos con una navaja o una cuchara, lo que haya más a mano. Entre estas excelentes personas estaban los ustachas croatas (aliados de primera hora de los alemanes), los musulmanes bosnios (ídem, por aquello del antisemitismo) y los chetniks serbios, en principio, reacios a la invasión. Entonces surge nuestro héroe que, a pesar de su absurdo nom de guerre, Tito, sería quien se llevara el gato al agua en aquel crisol de culturas. Ya en 1936 había hecho un erasmus por España que le dejó las cosas claras. Como le reconoció al abuelo del cuñado del vecino del 1º izquierda del fundador de esta casa en Alcázar de San Juan (el abuelo del cuñado del vecino del 1º izquierda del fundador de esta casa curraba en la RENFE), en unas declaraciones que han pasado desapercibidas para la historiografía oficial: “los españoles de ahora sois una panda de maricones que si estáis aguantando es porque los de enfrente son unos inútiles. Pero en 1808, y esto te lo dice un miembro del Partido Comunista Yugoslavo, cuidao, le echasteis huevos al asunto. Es más, también aprecio cierta imaginación y gusto por el detalle, que he visto los grabados de Goya”. A partir del 41, este viaje de estudios empieza a dar sus frutos. A lo Empecinado, se echa al monte y si hay que envenenar pozos y dejar sin agua a comarcas enteras pero con ello nos llevamos por delante a algún alemán, se envenenan. Si hay que vivir con las cabras, se vive, que con fantasía y cariño todo es uno. Por supuesto, alemanes, croatas, bosnios y hasta los serbios, llegado el momento, se unen contra él y sus partisanos. Porque eran enemigos y blablabla, pero sobre todo lo quieren quitar de en medio porque propugna la verdad del materialismo histórico, señores. “Ni sois el pueblo elegido ni a nadie le importa una mierda el santo destino de Serbia, Croacia o su puta madre. Somos una raza vergonzosa que se ha visto invadida y dominada por el primero que llegaba, ya fueran turcos, austriacos o alemanes. Hasta por los venecianos, me cago en mi vida, hasta por esos maricones de los venecianos. Así que vamos a echarle un poquito de vergüenza torera al asunto (recuerden el erasmus del amigo y la huella que dejó en él), sus, y a ellos”. Coño, que ganó la guerra sin una ayuda significativa y de ahí que Yugoslavia saliera siempre con un color raro en los mapas de los libros de Sociales por ser un país “no alineado”.