PEX CORRESPONSALÍA SANTIPONCE Lo que más me gusta de la Navidad es el gilipollas que, para dárselas de interesante, te cuenta que la odia porque es un tiempo de hipocresía y consumismo. El genio que pone en Facebook ocurrencias de una agudeza obscena como “Feliz Falsedad”. A ése lo amo con toda mi alma. Como si el resto del año no fuese un paripé en el que se facilita la convivencia con sonrisas a personas que detestas o deferencia para con perfectos retrasados mentales. La hipocresía está muy minusvalorada, a pesar de ser un elemento indispensable para el buen orden social. “Yo es que soy muy directo y digo lo que pienso”. No, tú eres un imbécil sin sentido común, metomentodo y majadero, que te pones a opinar de lo que no te importa. Deja a la gente tranquila con sus kilos y su calvacie. Soplapollas. Y, en último término, ¿con qué argumentos sustentas tu afirmación de que entre mediados de diciembre y principios de enero, es la época del reinado de la hipocresía? ¿Es que decirle al tonto de la oficina en feria, cuando te invita a su caseta, “sí, luego si eso me paso”, es ir con la verdad por delante caiga quien caiga? Más tarde, el consumismo. Claro. Tú tienes un ordenador, un portátil, una “tablet”, un “smartphone”, una consola de 300 pavos y otros tantos juegos, más diecisiste mallas térmicas de aquella vez que decidiste salir todos los domingos en bicicleta para bajar talega, intento que duró exactamente una semana; el consumismo es algo contra lo que llevas luchando toda tu vida. Con lo bonitos que son esos intercambios de regalos en los que tú te presentas con un peluche del Imaginarium, porque querías tirar la casa por la ventana, y tu chati te trae por su parte un pedazo de Omega de 400 euros. En momentos así cobra verdadero sentido para uno la expresión “lo que importa es el detalle” y la amas a ella y a todos tus semejantes, porque se ve que el mundo, a pesar de todo y mientras sigan naciendo incautos, marcha. Como detalles tienen las empresas para sus asalariados en estos días, con los regalitos. Tampoco falta entonces el subnormal que recibe su termo de café con una sonrisa, olvidando sólo por un instante que él no es hipócrita en absoluto, para después comentar con los compañeros que con los beneficios que sacan los dueños del tinglado ya podrían haber regalado algo mejor. Ahora te acuerdas de la plusvalía. El día de la huelga general, que lo trabajaste porque los del comité de empresa se toman un café más que tú los viernes y a ti no te engaña nadie, no; el día 24 de diciembre por la mañana. Pero vete a tomar por culo, hombre. Si quieres ir a contracorriente, ve, con dos huevos, pero no des lecciones a nadie. Sustancia tu cena de Nochebuena en una bolsa de Gublins de las grandes y una botella de ginebra Rives de a litro, pasa la velada con el perro, dale algún mantecaíto a las 4 de la mañana y acaba la cogorza cantando a voz en cuello “Bandiera Rossa”, “Bella Ciao”, “La Internacional”, “Auferstanden aus Ruinen” y, antes de que la policía tire la puerta abajo, el “Eusko Gudariak”.
Vayamos entrando en materia y digamos, por último en nuestra argumentación pro Navidad, que ser hincha de un equipo y no apreciar estas fechas es incoherente por completo. Vivimos perpetuamente en un estado de gilipollismo e ilusión sólo comparable a niños de cinco años que presentan su primera carta al negro que ponen en El Corte Inglés ataviado de mamarracho, que por unos días se libra de vender pañuelos de papel en el semáforo pero no de decir tonterías y gesticular con histrionismo. Estamos encallados en una infancia eterna que hace pensar a personas perfectamente razonables en su vida diaria que Fazio puede asentarse definitivamente como un central sin rasgos de oligofrenia, que Perotti explotará más allá de su condición de jugador embustero y ratonero, o que Medel no sólo no va a acabar siendo más sinvergüenza que Zokora, sino que, si lo logra, se quedará aquí muchos años. Esperar que un gordo vestido de rojo o tres mamones, encima ahora descubierto que andaluces, entren por la ventana y nos dejen regalos basados en nuestra bondad durante el año transcurrido es una esperanza mucho más fundamentada que todo lo anterior. Fútbol, Navidad e infancia insanamente eternizada. Ea, ya tenemos tema para el artículo. Sigue leyendo