PEX CORRESPONSALÍA SANTIPONCE Pocos amores hay más limpios, puros y mitificados para un varón mediterráneo como su abuela. Nunca tuvieron una mala palabra para ti, te consolaban de las iras de tu padre y si les rompes las gafas a martillazos porque no quieren gastar un quinto de su pensión no contributiva en regalarte el castillo de Skeletor, ni se enfadan, las tías. Ángeles sobre la tierra que ha puesto ahí el Hacedor para pasarte billetitos de dos mil pelas sin que nadie se dé cuenta. No obstante, tenemos una mala noticia que darles, pacatillos fariseos. A esos seres míticos les gusta follar. Más de una vez el abuelo tuvo que apartarlas porque querían jaleo. Más de quince vieron un maromo por la calle y se les hizo la boca agua. Pensaron, casi a diario, tengo ganas de leña de la buena. Y no tiene nada de malo. ¿Acaso es malo que a su señora abuela se le fueran los ojos detrás de una ración de jamón de bellota sin sentirse culpable al querer comer por simple deleite y no para garantizar su alimentación? No me jodan con el catolicismo y los complejos absurdos. Se folla, se come y se bebe porque, en caso contrario, la raza se exterminaría; y la naturaleza, en su sapiencia, hace que esos cometidos nos parezcan agradables en ocasiones, la hostia en verso en otros momentos, porque a ver quién iba a ponerse a comer habas con choco, con el mal aspecto que tienen, o un buen chocho a pesar del nauseabundo olor que desprende eso, si no fuera por la descarga de endorfinas que producen dichas actividades. Su abuela no era inmune a estos apetitos. Ni a esos olores. Alégrense. Si no, de qué iban a estar ahora perdiendo el tiempo leyendo esto.
En el principio, pues, no fue la luz, ni el verbo, ni el caos; fue el folleteo. La abuela fue una amazona que supo encontrar a un congénere de sexo opuesto con el que perpetuar sus secuencias de nucleótidos, dejando en el camino a otras candidatas menos dotadas para este fin. Los individuos fenotípicamente menos preparados, cuyo aspecto hace pensar en una descendencia enfermiza o sencillamente imbécil, quedan atrás, perdiéndose así su genoma para siempre. Estas bromas de Dios, no obstante sus carencias, tienen los mismos apetitos que el resto de humanos. Para calmarlos suelen recurrir a la autoestimulación genital, vulgo pajote. Huelga decirlo en un blog de frikis, pero por si acaso, dejémoslo claro: tampoco tiene nada de malo. Ni como sustitutivo ni como actividad lúdica. A este fin hay dedicada una categoría cinematográfica de extensísima filmografía y de obsceno ingenio para los títulos de sus obras: el porno. En PEX, humanistas a los que nada se nos escapa, hemos analizado con singular empeño este género cinematográfico; rara vez con ganas de solazarnos, sino casi siempre con el afán de estudio que nos caracteriza. Esa experiencia nos llevó a este magnífico artículo que escruta y categoriza las carreras, títulos, atuendos, pseudónimos e incluso color de pelo de más de 10.000 actrices y actores pornográficos, desmontando así no pocos mitos e ideas preconcebidas respecto a este, injusta e incomprensiblemente, denostado cine. ¿Un estudio acerca de un entretenimiento menospreciado por los biempensantes pero al que en realidad quien más quien menos se ha entregado como una bestia alguna vez para avergonzarse acto seguido, que rebate tópicos números en mano, que arroja algo de luz a una empresa menospreciada? Había que volver a plagiar. Sigue leyendo