PEX CORRESPONSALÍA SANTIPONCE Ya lo dijo Gordon Gekko. Un imbécil y su dinero no están juntos mucho tiempo. En el verano de 1988, el Sevilla Fútbol Club tenía dinerito fresco de la recalificación de los terrenos que hoy ocupa el Nervión Plaza. Como el paleto que abre la cartera atada con una cuerda llena de billetes de mil en la calle Feria en el 52, era cuestión de tiempo de que todo el parné volara sin que le diera tiempo a saber cómo. Lo más duro fue que el factótum del tocomocho sería el faro de todos los trabajadores, la madre patria socialista, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Duro, mas justo. ¿Dinero público para entidades privadas? A ver, trae para acá. Pringao. Explotador. Ventajista. Burgués de mierda. Sigue leyendo
Archivo mensual: octubre 2013
Realismo socialista
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Los de colorado son los nuestros, pero no todos
Imaginamos que no es necesario recordar quién, ni cómo, ni el motivo siquiera de aquella escena en la que se pronunció la consabida frase. Además, sobre don Carlos Salvador Bilardo ya escribimos una serie de dos entregas en esta misma bitácora. Sea como fuere, mientras atendían aquel tipo del Deportivo, el narigón dejaba dos sentencias que han sobrevivido más de dos décadas. Una de ellas, la de que al enemigo hay que pisarlo, que, si por nosotros fuese, estaría escrita en alguna pared del estadio. A la vera del mosaico, por ejemplo. La otra, en cambio, admite más matices. Incluso modificaciones. Por eso nos atrevemos a puntualizar a Bilardo: los de colorado son los nuestros, sí, pero no todos. Casos prácticos. El personal que se rompía las manos a aplaudir a un negro obeso que ha sido, de largo, el peor profesional que ha pasado por esta plantilla en la última década. Y no es un galardón para el que no haya habido candidatos cualificados, precisamente. O los aficionados que pitaban, allá por 2007, cuando Biris Norte insultaba al otro equipo de la ciudad. Qué más, a ver. Los del runrún con Negredo, o con Luis Fabiano. Está claro que esa gente lleva en el pecho el mismo escudo que tú y que, en episodios de fuerza mayor (celebración de un título, de un partido importante, de un gol), no hay miramientos y todos nos equiparamos. Pero, en el día a día, en las conversaciones en la calle, a veces uno tiene la sensación de que fulanito es de mi equipo, sí, pero como si no lo fuera. Hace tiempo que aprendimos que si un ser humano es sevillista no tiene que caernos bien por obligación. También tenemos nuestros tontos. Pues lo mismo ocurre con los futbolistas. Uno va al estadio para ver a su equipo, pero eso no significa que me apasionen los once que lo integran ese día. Si marca un gol lo celebraré, por supuesto, pero eso no significa que me haga gracia que en él continúe jugando, por llamarlo de algún modo, un sinvergüenza como Perotti. Sigue leyendo
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