A lo largo de todo este escrito vamos a dar por hecho que los presentes han visto Scarface. La del 83, la de Brian De Palma. Ya saben, esa con una interpretación sencillamente magistral por parte de Al Pacino (probablemente, la más icónica de su extensa y bien ponderada carrera) que alguien más redicho no dudaría en calificar como tour de force. La película, además, fue escrita por un entonces desconocido Oliver Stone. A todo esto se le suman algunos secundarios inspirados y el resultado ya es sobradamente conocido. La escena del jacuzzi, por ejemplo, es una de esas que te marcan cuando empiezas a ver cine. Pero hay otra que entronca directamente con lo que nos ocupa. Tony Montana, el personaje de Al Pacino, conduce su coche junto a Manny. Los dos inmigrantes ya están establecidos en Estados Unidos, y el compañero le comenta que ese ya debería ser motivo suficiente para ser feliz. Tony, que albergaba unos planes bastante más ambiciosos (poca cosa, levantar un imperio criminal), le dice, así finamente, que un carajo para él. Manny le pregunta qué es lo que quiere, y ahí Tony responde la frase que titula este humilde artículo. “The world, chico, and everything in it”. Que, por si algún despistado faltó a la segunda clase de inglés, viene a significar algo así como “el mundo, y todo lo que hay en él”. Sigue leyendo
Archivo mensual: abril 2014
La gloria vuelve a pasar por Sevilla
Somos unas mamonas. No me refiero a los redactores de esta casa, que también, sino a todos nosotros. A la afición sevillista. El pasado jueves, cuando el reloj apenas sobrepasaba las once de la noche, se podrían haber formulado numerosas observaciones. Ya fueses uno de los audaces que se desplazó a Oporto y se comió la derrota en la carretera de vuelta o uno de los que recogía la montaña de latas y botellines de cerveza que había brotado junto al televisor. Da igual, cualquiera podría haber buscado razones a lo ocurrido. Que si el equipo, pese a estar aculado, no defendió demasiado bien, que si regaló mucho terreno de juego y que si, especialmente, tuvo unos problemas asociativos inusuales en la gente de arriba. Claro que podrían haberse hecho todos esos sesudos análisis. Y alguno los hizo, pero durante un corto espacio de tiempo. Segundos, si acaso minutos. Pero absolutamente todos olvidamos rápidamente sus postes, su peligro, incluso la nuestra de Gameiro. Lo que nos salía del alma era aseverarnos a nosotros mismos: “¿Ya está?, ¿eso era todo? Pues ahora os vais a cagar”. Sigue leyendo
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