Primavera sin plata

Perder es lo normal. La frase no es mía, pero me identifico tanto con ella como si lo fuera. Romper boletos no premiados, el alcoholizado regreso a casa sin medio ligue a la vista, que los de selección de personal descubran la porosidad de tu CV al contacto con su ano. Que en la radio no suene tu canción favorita, o al menos una que te guste. Eso es lo habitual, y por eso es tan bonito cuando ocurre lo contrario. En el fútbol, el axioma se multiplica. En todos los países, cada temporada vencen un puñado de elegidos, pero la amplia mayoría no. El 99% pierde. Año tras año. Que el Sevilla haya conquistado tres uefas consecutivas supone tal excepcionalidad que podría compararse al avistamiento de ballenas barbadas en Utrera. Incluso el equipo con mejor palmarés en la Champions la pierde (o no la disputa, que es peor) nueve años por cada uno que la gana.

Es más que comprensible que alguien haya podido malacostumbrarse. De hecho, soy el primero que ha visto las semifinales ueferas con extrañeza, como preguntándose quiénes son esos señores que no llevan el escudo de mi equipo en el pecho. El período de Emery fue tan maravilloso que a cualquiera podría nublarle la vista. Pero no. Pese a que los sevillistas llevemos tres primaveras catando plata, conviene insistir tantas veces como sea necesario: perder es lo normal. Por eso, aunque se haya instalado cierto desencanto en los estertores de la temporada, y hay quien lleva semanas deseando que termine, parece que se utiliza el pasado glorioso para juzgar el presente con parcialidad. Es decir, para endiñarle a Sampaoli.

Vamos a intentar hacer un balance objetivo de los resultados del hombrecillo de Casilda. Este verano habrá previa gracias al cuarto puesto en Liga, posición que no se alcanzaba desde hace siete años. Además, aunque finalmente no ha podido batirlo, se ha quedado muy cerca del récord de puntuación en una temporada que estableció Unai. En Champions, el equipo fue segundo en un grupo que entrañaba una dificultad evidente, pero en octavos se estrelló con estrépito. La eliminación ante el Leicester deja el poso amargo de las oportunidades perdidas. En Copa, entra dentro de lo plausible que el primer cruce de nivel te empareje con el Real Madrid, que un mal arbitraje te condicione la eliminatoria y que un pésimo partido la termine de rematar y caigas eliminado.

Por supuesto, no hay que minimizar los tropiezos en torneos coperos. Pero es que perder… pues eso. En cambio, en Liga se ha conseguido algo meritorio. No obstante, hay quien reprueba al que ha logrado esa posición de privilegio, la que la mayoría hubiese matado por obtener. Como es muy difícil aceptar que las críticas se cimenten en el balance deportivo, la conclusión es que el ataque se centra en su comportamiento personal. Es decir, en las majaderías que este hombre ha ido soltando por la boca durante toda la temporada.

Sampaoli nos ha vendido la moto, la colcha y todas las burras que tenía en el establo. De acuerdo. ¿Y qué? A mí, mientras cumpla en los resultados, hasta me divierte que un tipo se salga del monótono discurso que rodea al fútbol actual. Lo mejor, probablemente el cénit de la brujería, fue cuando nos tragamos que se podía ganar la Liga. También lo creyeron Monchi y Castro, que completaban la triple entente calva, e hicieron declaraciones al respecto. Y ahí se centran muchas críticas. “No, es que nos vendieron que podíamos ser campeones y al final sólo hemos sido cuartos”. Pero vamos a ver, ¿no es más entretenido alcanzar así el objetivo inicial, soñando con lo imposible? ¿Por qué os molesta que alguien hurgue en el más sucio rincón de vuestro negro corazón hasta extraer un ápice de utopía? ¿Quién os hizo tanto daño? Distinto sería que se hubiera reído en nuestra cara dejándonos duodécimos, pero la clasificación para la Champions la firmábamos a principio de temporada. Y, encima, por el camino no nos hemos aburrido. Nos han hecho malabares y hasta algún truco de magia. Incluso hemos visto a analistas futbolísticos serios preguntándose si el Sevilla sería capaz… ¡de ganar la Liga! Que alguien me explique dónde está el problema.

Me hastía el negro o blanco, el héroe o villano según qué día de la semana sea, el conmigo o contra mí. Las opiniones exageradas con tal de destacar. Sampaoli, con sus cosas buenas y sus cosas malas, llegó, cumplió con lo que se le pedía, y ahora se marcha. Es, simplemente, otro entrenador que se va. Sin dramas ni reproches. Un tipo que nos deja para hacer realidad el sueño de su vida. Nosotros ya buscaremos a alguien para intentar alcanzar los nuestros, los pocos que aún nos quedan por cumplir.

6 comentarios

Archivado bajo Vendecolchas

6 Respuestas a “Primavera sin plata

  1. Pablo F.

    Lavangelio. Cien por cien de acuerdo.

  2. Yo

    Te garantizo que en Utrera se puede avistar un buen puñado de ballenas barbadas, especialmente los miércoles de mercadillo.

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