La grandeza no se negocia

Conviene recordarlo siempre. Ni cuando el equipo entrega su escudo por los campos del país, ni cuando lo regala en el nuestro (esto sucede poco, afortunadamente, pero sucede). Ni cuando las cosas vengan, de verdad, mal dadas. Nunca. La grandeza ni se pierde ni se compra ni se vende. Más allá de lo que cada uno opinase desde chico, lo cierto es que la grandeza objetiva, la irrebatible, es relativamente nueva; poco más de una década desde que empezara el diluvio de títulos. A algunos quizás les cueste asimilarlo. Desde esta humilde bitácora, en cambio, preferimos tenerlo presente para poder disfrutarlo más y mejor: el Sevilla Fútbol Club es un grande de Europa. 

Y lo es porque se lo ha ganado a pulso. La grandeza, claro, tampoco se regala. Logró un torneo continental, y luego otro, y así hasta cinco. Eso te sitúa en un nivel inalcanzable para los envidiosos. De ahí ya no nos baja nadie. Jamás. Ni cien goleadas deshonrosas puestas en fila y mirándote a los ojos pueden derretir tu coraza de prestigio. Si acaso, igual que sucede con famosos ejemplos de otras latitudes, se diría que pasa una mala racha. O que es un grande en horas bajas. Vale, herido, pero un grande siempre. De esos que aparecen aunque no se les espere. Da igual que transiten una temporada llena de vaivenes, de una forma u otra encuentran el camino. A nadie le extraña ya ver al Sevilla a sólo un partido de meterse en otra final.

De sobra sabemos que a este equipo le pone más cachondo resucitar que ganar, y la Copa del Rey en curso no es más que otro ejemplo cristalino. Después del accidente del derbi, tras las dudas en la recta final de la vuelta contra el Cádiz y una derrota de esas tan asquerosamente nuestras en Vitoria, van y se marcan una eliminatoria perfecta contra, ahí es nada, el Atlético de Madrid. No lo esperaba ni el más iluso, pero la enésima resurrección lleva aparejada una de las noches más bonitas imaginables: una semifinal en el Sánchez-Pizjuán. La última e inexcusable parada en el templo antes de la gloria por venir.

Habrá quien cometa el error de infravalorar al rival. No, la grandeza jamás ha de confundirse con la altivez. El Leganés, además de ser un equipo serio y un club modélico, viene con el desparpajo que le infunde haberse colado en la fiesta. A ellos, que lo registren. Vienen a disfrutar y a pelear como si fuera la última vez, porque quizás lo sea. Igual que hacíamos nosotros casi hasta antes de ayer. Por eso es tan importante que no languidezca nuestro relato. Y si, como parece desde fuera, dentro del club escasea la gente capaz de transmitir quiénes fuimos y somos, el turno es de la grada. Una vez más. Hay que volver a apretar los dientes.

Lo sabe el entrenador rival, que lo ha comentado en la previa. Y lo sabe cualquiera que haya sufrido este ambiente. Quizás vengas con la lección bien aprendida, pero aquí el ruido puede silenciar hasta tus pensamientos. Igual da Leganés que cualquier otro. El cosquilleo no lo determina el contrario, sino lo que aparece en el horizonte. Vender cara la piel, si es que se vende. Luchar por finales en los años buenos, en los malos y en los regulares: ese debería ser el objetivo del Sevilla. Refrendar, cada vez que se despisten, que estaremos aquí eternamente. Le duela a quien le duela. No escucharéis que lo reconozcan muy a menudo, pero en el fondo lo saben. Claro que lo saben. Aunque nosotros ya no necesitamos que nadie nos lo diga.

Por eso rugimos desde la previa. Por eso vuelven a sonar los tambores y a quebrarse las gargantas. Por nosotros, no por ellos. Sabiendo lo que costó llegar hasta aquí. Respetando la memoria, pero sin dormirse en los aún frescos laureles. La grandeza obliga. La grandeza es un arma cargada de futuro. La grandeza no se negocia. Se sufre, se tiembla, se lucha, se grita, se canta, se ríe y se llora. Todo junto, si hace falta, en lo que dura un partido en nuestro estadio. Joder, pobre de aquel que crea saber lo que es el fútbol si no ha visto al Sevilla ganar una eliminatoria en Nervión.

2 comentarios

Archivado bajo La previa de la jornada

2 Respuestas a “La grandeza no se negocia

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  2. Anónimo

    Enorme, como siempre.
    Solo un pero, son seis títulos continentales.

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