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Un poquito de decencia

PEX CORRESPONSALÍA SANTIPONCE Resulta que el reloj me daba problemas. Un reloj de la hostia, 45 pavos nada menos me gasté. El día del Salzburgo hice una previa quince minutos más larga por gentileza del puto reloj, mientras apuraba el último cubata sonriéndome ante las prisas de la afición. “Qué exagerada es la gente para entrar a coger sitio, coño”, pensaba, mientras Diego Capel metía el primero a los austríacos. Después del partido, en un bar, mis amigos me preguntan a qué viene mi expresión capitidisminuida. El relojito de los cojones, que no tiene ni un mes y es fan de nuestro entrenador; tiene vocación de retrasado. Uno de los allí presentes me dice que su padre, jubilado de Construcciones Aeronáuticas S.A., es un verdadero manitas. Fue montador del Saeta, no te digo más. Mi padre nace en Alemania y se merienda a Messerschmitt. Nasser, por lo del Saeta, le dio un homenaje en El Cairo, creo que te lo conté. Ahora que no tiene nada que hacer está todo el día dando el coñazo en casa arreglando cosas. Dame el reloj y te lo traigo para el próximo partido, que esto te lo arregla mi viejo en diez minutos. Ni dos semanas anduvo bien el reloj. Pasé de gilipolleces y lo llevé a El Corte Inglés, que para algo tenía que servir la garantía. Al día siguiente, me llama el empleado, que me pase a recoger el reloj. El Corte Inglés es que es cosa fina. Al identificarme ante él, deja todo lo que estaba haciendo y me lleva a un aparte. “El reloj, efectivamente, está en período de garantía. Y dice usted que no lo ha llevado a nadie antes que a nosotros, extremo que anularía cualquier obligación por nuestra parte, ¿verdad?” Me deshago en protestas sobre mi pavoroso respeto hacia el contrato social que se establece de resultas de la compra de un efecto en tan señalados grandes almacenes, todo con la mano en el pecho, cejas arqueadas, escapándoseme algún viva a la memoria de don Ramón Areces. “Haga usted el favor de mirar esto. Estaba extrañamente alojado en la corona de su reloj”, me comenta, mientras extiende sobre el mostrador un rollo de papel minúsculo, no más ancho que la pata de una mosca, y me pasa una lupa de relojero. Extrañado, me inclino, y empiezo a leer “…victa y Mariana ciudad de Sevilla, se llevó a cabo la restauración de esta máquina de precisión a cargo del muy insigne señor don Benigno Palomero Cardoso, en el día de Nuestro Señor de tantos y tantos. Deo Gratias”. Por detrás hay más, me dice el dependiente. No quise darle la vuelta. Para qué, si ya podía imaginar el resto. Un meapilas que firma con Deo Gratias habría puesto vivas a San Leandro, San Fernando y San Isidoro, a las Santas Justa y Rufina o contado la vez aquella que fue prioste de Los Servitas. Recogí el reloj del mostrador con aire tribunicio y mirar mayestático. Mientras el mamón del relojero me miraba mordiéndose los carrillos para no descojonarse en mi cara, le pregunté por la sección de jardinería, para hacer ciertas compras con las que aliviar las cargas de la Seguridad Social reventándole la cabeza a hachazos a un jubilado que se hacía llamar a sí mismo insigne. Sigue leyendo

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Los padres pijos

PEX CORRESPONSALÍA CEADE Como ya habrán leído en esta bitácora más de una vez y de dos, la democracia es una puta mierda. Una falacia de mediocres, puesto que si algo caracteriza al ser humano es que cada uno es de su padre y de su madre, lo cual imposibilita que todos valgamos lo mismo. Y de padres y madres vamos a hablar hoy, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid o, lo que es lo mismo, que un taurino, sevillista y muy responsable padre de familia de 20 años haya tenido a bien cubrir y plantar un chicharrón en los interiores de esa muestra de solidaridad, ascopena y de no poder ser más grande porque si no reventaría, también conocida como la niña adoptada de la Pantoja.

Doña Isabel (Maribel en privado) marchó a las Américas en busca de una chamaquita con la que cubrir sus necesidades de madre, que seguían existiendo tras haber criado a Paquirrín. Lógico o incomprensible, como prefieran. También hay quien dice que fue, a la verita de María del Monte, el primer matrimonio gay en adoptar. Sea como fuere, allá que fue a por Chabelita, a la cual se eligió, tras revisar un catálogo como el que mandan ahora en Navidad con los juguetes, con mucho pelo, para que no se sintiera extraña con el tiempo, porque en esa casa va el afilaor a poner a punto las silkepils.

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Los de colorado son los nuestros, pero no todos

Imaginamos que no es necesario recordar quién, ni cómo, ni el motivo siquiera de aquella escena en la que se pronunció la consabida frase. Además, sobre don Carlos Salvador Bilardo ya escribimos una serie de dos entregas en esta misma bitácora. Sea como fuere, mientras atendían aquel tipo del Deportivo, el narigón dejaba dos sentencias que han sobrevivido más de dos décadas. Una de ellas, la de que al enemigo hay que pisarlo, que, si por nosotros fuese, estaría escrita en alguna pared del estadio. A la vera del mosaico, por ejemplo. La otra, en cambio, admite más matices. Incluso modificaciones. Por eso nos atrevemos a puntualizar a Bilardo: los de colorado son los nuestros, sí, pero no todos. Casos prácticos. El personal que se rompía las manos a aplaudir a un negro obeso que ha sido, de largo, el peor profesional que ha pasado por esta plantilla en la última década. Y no es un galardón para el que no haya habido candidatos cualificados, precisamente. O los aficionados que pitaban, allá por 2007, cuando Biris Norte insultaba al otro equipo de la ciudad. Qué más, a ver. Los del runrún con Negredo, o con Luis Fabiano. Está claro que esa gente lleva en el pecho el mismo escudo que tú y que, en episodios de fuerza mayor (celebración de un título, de un partido importante, de un gol), no hay miramientos y todos nos equiparamos. Pero, en el día a día, en las conversaciones en la calle, a veces uno tiene la sensación de que fulanito es de mi equipo, sí, pero como si no lo fuera. Hace tiempo que aprendimos que si un ser humano es sevillista no tiene que caernos bien por obligación. También tenemos nuestros tontos. Pues lo mismo ocurre con los futbolistas. Uno va al estadio para ver a su equipo, pero eso no significa que me apasionen los once que lo integran ese día. Si marca un gol lo celebraré, por supuesto, pero eso no significa que me haga gracia que en él continúe jugando, por llamarlo de algún modo, un sinvergüenza como Perotti.  Sigue leyendo

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¿Quién quiere casarse con mi hijo?

PEX CORRESPONSALÍA AVENIDA DE LA PAZ La democracia es una mierda. Así, sin más. Los griegos, esos seres a los que la vida le va de la única manera que le puede ir a descendientes de violadores de niños, enfermos mentales que se iban a la guerra en calzoncillos, poetas, filósofos y demás calaña, nos hicieron creer que es la mejor forma de gobierno. Pero no lo es y no hace falta abrir un periódico para darse cuenta de ello. Sin ir más lejos, en el bloque de éste que les escribe vive un señor que se dedica a ponerle cabezas de gambas y leche a los gatos del barrio. Y sí, ese hombre tiene el mismo a derecho a votar que Punset, Pérez-Reverte, Dinio, Andrés Pajares o Pepe Mel.

Por lo tanto y aplicándolo a lo que nos ocupa, la democracia no es la solución para el Sevilla. Para empezar porque esto es una sociedad anónima deportiva donde cualquier atisbo de funcionamiento democrático está descartado. Los griegos no son bien vistos en el Sevilla y Tsartas fue una excepción del que siempre se decía que le olía la nuca a serranito del Trini regurgitado por maromo tras noche loca en la Alameda. Además, si usted se ha podido abonar a pesar de que no cabemos (jeje), mire a su derecha, a su izquierda, al calvo de la fila de delante y a la abuela que grita “HEZUUUU” cada vez que Palop saca de puerta confundiéndolo con Navas.

Definitivamente no estamos preparados para volver a ser un club de fútbol. Posiblemente, y no sin falta de lógica, si Del Nido se presentara a las elecciones a presidente del Sevilla ganaría, del mismo modo que si se presentase a alcalde a Zoido se le abrirían las carnes. La democracia no funciona, entérense. Sigue leyendo

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La semiótica de la revolución

PEX CORRESPONSALÍA SANTIPONCE Las únicas tres especies animales verdaderamente útiles para el ser humano son el perro, el toro de lidia y los gallos de pelea. El resto de criaturas que pueblan la Tierra no son más que un compendio de deformidades y errores de la naturaleza que no sirven para otra cosa más que el exterminio en aras de la alimentación humana y el holocausto sistemático del resto por simple sentido común. Entre las cimas del reino animal hay clases, como en todo. No es lo mismo la dehesa andaluza y extremeña que los chistes que se crían en Salamanca; ni podemos poner a la misma altura un perro de caza o de presa que una mierdecilla tipo “yorkshire”, más cerca de la rata que del lobo. Sin embargo, el factor que hace que el perro, en ocasiones, merezca el genocidio, no es ninguna de sus razas ni variantes, sino los dueños de los pobres bichos. No hay ser humano sobre la Tierra más insoportable y gilipollas que el amo de un perro. Dan el coñazo con fotos, cuentan anécdotas sobre el animalito que no interesan a nadie, los infantilizan y antropomorfizan con argumentos tan peregrinos como que tienen mirada de persona. Trotsky, enemigo de la clase trabajadora y traidor a la revolución, quería mucho a su perro, rasgo enfermizo a que dio fin con su ejemplar hazaña don Ramón Mercader, lo que le valió para sumarse a la plétora de grandes criminales catalanes que ha dado la historia, como Mateo Morral, Francisco Ferrer i Guardia o Sergio Busquets. A Hitler le ponía más su perra que las nalgas de Eva Braun. Por si no bastaran estos ejemplos, hace unos días vi un documental en televisión en el que aparecía una pobre deficiente mental cuyo perro, según ella, tenía una especie de sensibilidad artística porque colocaba los aproximadamente trescientos peluches que poseía en posturas que querían significar algo. En efecto, decía la buena señora que el perro a veces los colocaba en fila con las manos de cada muñeco interconectadas entre sí. Ilustrándolo con fotografías sobre las que no se preguntaban si podían estar manipuladas, los realizadores del programa, llevando a cabo su triste deber de engordar los índices de incultura y nulo pensamiento crítico de la inmensa mayoría de la población, no enfocaban el suceso como una consecuencia más de esta sociedad consumista, individualista e insolidaria en que vivimos, en la que un cuadrúpedo de mierda recibe más atenciones y cuidados que el 95% de la raza humana; muy al contrario, daban pábulo a las ridículas teorías de la oligofrénica esta. Sigue leyendo

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Las ratas no huyen del barco

Ante todo, no nos queda más que pedir disculpas a nuestros lectores por la reiteración temática. No es nuestra culpa, pero aun así lo hacemos. ¿Qué más nos gustaría a nosotros escribir nuestras paridas habituales en secciones como la de Vete y no vuelvas, donde Koné y Romaric piden su sitio desde hace semanas? Y sería mucho mejor contar algo sobre el reparto televisivo, o echar la vista atrás y hacer algún reportaje de los de Memorabilia. Pero no, nos obligan a seguir hablando de lo mismo. Porque sería de tener muy poca vergüenza que, tal y como está el patio, nosotros nos sacásemos un artículo de cualquiera de los temas anteriormente citados en lugar de tratar los extraños acontecimientos que se vienen sucediendo últimamente en el Sevilla. Otra vez.

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Dame seis títulos y llámame tonto

PEX CORRESPONSALÍA SANTIPONCE Como decía mi santo padre cuando algo le jodía a traición, “muy contento estaba yo”. El buen señor estaba dotado de un sentido trágico de la vida, al moruno modo, en virtud del cual había de estar siempre alerta porque si no te dan un navajazo en un callejón a las cuatro de la mañana, ya te lo darán en una sucursal bancaria, encima, legalmente y de por vida. Con lo tranquilos que estábamos en PEX tocándonos los huevos, escribiendo sobre nuestros libros y nuestras capulladas, con la mente puesta en actualizar la bitácora con artículos sobre pretemporadas añejas, con Kevin Clifton McMinn y Villalba como invitados de honor; otros sobre fichajes presentes, pasados y futuros, con una sintaxis y unas subordinadas que es un primor leernos, nos joden la marrana organizando en fecha tan señalada como querida, honrada y respetada en la planta noble del Sánchez-Pizjuán, 18 de julio, esta zapatiesta. Sigue leyendo

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El corazón sigue estando en el norte

La vida está hecha de momentos. En ocasiones, ya sea en el lugar de trabajo, en la cola del cuarto de baño de un lupanar o en espera para comprar un litro en el chino, esos momentos los ocupas con gente que no te produce ni el más mínimo interés. Y eso lleva, obligatoria e irremediablemente, a conversaciones banales. Construidas con tópicos que se dicen para salir del paso. No sólo ocurre con tipos desconocidos, también existen conversaciones que no quieres mantener con ciertas personas, aunque les profeses alguna clase de estima o simpatía. Es el caso del fútbol. Gente que no se entera de la realidad o que, valga la redundancia, se informa por la prensa madrileña o catalana. Y tú, en un alarde de protocolo y saber estar, sueltas alguna frase manida, miras para otro lado o intentas, directamente, desviar el tema. Hablando del tiempo, por ejemplo, como si tuvieras ochenta años. Si los integrantes del coloquio poseen pene entre las piernas, es muy socorrido alabar las virtudes de una fémina que ha tenido a bien pasar por delante. Pero si nada ni nadie puede salvarte y te ves obligado a comerte la conversación, es probable que escuches frases sobre equipos de mierda y, cuando se refieran al tuyo, te puedes encontrar con cosas como “el Sevilla tiene una afición muy buena”. Ahí ya buscas el vaso, la tía, que alguno se atragante y llame a un médico, porque todos te miran y piensas que coger e irte por las buenas, en algunas culturas occidentales, está demasiado mal visto. Cosas del contrato social. Porque los múltiples matices que tiene el tema de la afición lo convierten en algo muy jodido de explicar, seas sevillista o del Maccabi Tel Aviv. Desconozco si la del Sevilla es buena o mala, pero lo que sí tiene este club es un grupo de animación excelente, que difícilmente encuentra competencia en el panorama nacional. Quien ha viajado un poco lo sabe. Y, desde luego, está muy por encima del nivel que ofrece la plantilla. Ahora, con la temporada en casa finalizada, no viene mal realizar un repaso de lo acontecido en las gradas del Ramón Sánchez-Pizjuán.

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Ni de madrugada vamos ya a poder follar

PEX CORRESPONSALÍA SANTIPONCE Bajándome la bragueta con sus manos de dedos cortos y uñas largas, me sacó la polla de los pantalones, se la metió en la boca, y empezó a lo suyo. No me hacía mucha falta el precalentamiento porque el nabo salió como un resorte de los calzoncillos, pero me había gastado unos 15 pavos en invitarla a copas, algo más en farlopa, y se ve que la muchacha sabía agradecer los gestos de amistad para con ella. Y oigan, qué arte en el manejo del miembro viril. Como si no hubiera hecho otra cosa en su vida, y eso que tenía un señor scalextric en los piños. ¿Por qué seremos tan imbéciles los tíos al calificar a señoritas como esta de putas, o algo peor, por su buen desempeño en las artes amatorias? Una señora es lo que era. Puta sería si me hubiera mandado al carajo convirtiendo mi gasto de aquella noche en vano dispendio. Fíjense qué destreza tendría en labios y lengua, que ya les digo que los dientes ni los noté, como si fuera una nonagenaria sin una sola pieza, que a los dos minutos de toma y daca yo ya empezaba a calcular cuadrados de números de dos cifras. Pruébenlo, es infalible para mantener la concentración. Los de Full Monty pensaban en el discurso de Navidad de la Reina, yo hago cuadrados. La erotomanía todavía no me da para pensar en el abuelo de nuestro émulo de Billy el Niño que se automutila, pero ya aprenderá, que genes no le faltan. Sigue leyendo

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La fábrica de humo

PEX CORRESPONSALÍA SANTIPONCE Partamos de la base de que esto de internet es una mierda. No es sano que personas más dotadas para cargar en el muelle, pedir trabajo en el muelle, o si son proclives al vicio nefando, poner el culo en el muelle, tengan una tribuna desde la que despotricar sobre lo que les venga en gana. Te encuentras con opiniones de personas que pontifican sobre fútbol, política, cine, literatura o historia que nunca, jamás, han tenido el más mínimo conocimiento sobre estas áreas. “Es que todas las opiniones son respetables”, dicen, los muchachos. Y un carajo. Si a mí el hijo del estanquero, betiquito él, me dice que su equipo es el mejor del mundo, como mucho le sonrío, si tengo el día bueno, y a otra cosa. Tiene su opinión, el zagal; mas no por ello voy a respetarla ni, mucho menos, tenerla en cuenta. O aquí tienen este blog, llevado por dipsómanos y crápulas de toda laya. Sin embargo, siempre se puede descubrir una amapola, flor favorita de don José María Gutiérrez Hernández, en un vertedero. Había yo visto hace unos días la extraordinaria obra maestra “Capitanes intrépidos”, peliculón de tres mil pares de cojones y, al finalizar, me dio por buscar cosillas en la red sobre el particular. Me metí en “Filmaffinity”, verdadera cochinera, perfecto ejemplo de lo que detallábamos más arriba sobre por qué personas sin ni puta idea de nada se creen con derecho a criticar algo que no entienden más que la paradoja de De Moivre. Pero hete aquí que surgió el diamante entre la hulla, la amapola ibicenca que con ahínco busca GutiHAZ en una noche de san Juan. Un nota decía, entre otras mamarrachadas nostálgicas y sensibleras, que era de una generación en la que todos sus componentes, de los 5 a los 12 años más o menos, iban con las rodillas desolladas y llenas de mercromina. Me dije, recristo, cierto es. ¿Desde cuándo no veo yo a un chavalito con un chichón en la frente, con alguna herida en la cara, con las rodillas o los codos llenas de costras? Ni los voy a volver a ver. Ahora los columpios no son metálicos, el suelo está acolchado, si un niño pide una Barbie se le compra sin problemas en lugar de llevarse un mordisco en el cuello y el escarnio de toda la clase. Están amariconando a las nuevas generaciones. Así nos va, cada día más alérgicos, más lectores de Jorge Bucay y, como consecuencia, menos espermatozoides dignos de tal nombre en los cojones.    Sigue leyendo

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