Franco Vázquez, en una maniobra absurda, se gira y hace un boquete en la barrera. El tiro de Durmisi, nacido para morir en su pecho, acaba entrando en la portería. Delirio verdiblanco. Éxtasis en La Palmera. No se vive tal algarabía desde la presentación de Denilson. Pero es más que comprensible: llevan mucho tiempo sin poder hacerlo. Siete largos derbis sin cantar un mísero gol, siete. El ruido es ensordecedor, y el estadio parece que se va a caer. Los cimientos, los nuevos y los viejos, tiemblan. La afición se embelesa, retoza y se frota los ojos vidriosos. Marcarle al Sevilla es lo más parecido a un título que han paladeado últimamente, y toda esa amargura contenida tiene que salir por algún lado. Sigue leyendo