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El Sevilla de Monchi

Él no se acordará. Yo tenía veintipocos años, y un profesor me encargó mi primera entrevista. Era un simple trabajo universitario, con la idea de darnos soltura y poco más. Pero, pese a que el texto no se publicaría en ningún sitio, el personaje debía ser relativamente famoso. Yo probé con Monchi, y accedió. No tenía por qué, pero me abrió su despacho y se mostró afable. Estuve allí dos veces ya que, siempre tan perspicaz, la primera vez olvidé hacer las fotos. En la segunda visita, él ya había leído la entrevista (ahora que lo pienso, debo de guardar la transcripción de aquella charla por algún lado). Finalmente, cuando le pregunté si le importaba que la compartiera en un foro sevillista, se retrajo y me dijo que sí, que eso lo leía la prensa y no quería que le dieran palos. Sigue leyendo

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La propiedad es un robo

PEX CORRESPONSALÍA SANTIPONCE Suponemos que conocen el chiste; dos amigos se encuentran en Rusia a finales de los 90. -Qué putada que todo lo que nos contaron del comunismo era mentira. -La putada de verdad es que todo lo que nos contaron del capitalismo era verdad-, le responde el otro. Ah, el 92. Desaparecieron la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y el Sevilla Fútbol Club, los dos pilares que sustentaban toda mi infantil ilusión en un futuro mejor para el ser humano, para dar paso a dirigentes mafiosos, sinvergüenzas, sátrapas y tiranos, de un lado, y a un país que intenta recuperarse del expolio sufrido, por otro. Cómo nos la metieron doblada. El club desapareció y dio paso a una sociedad anónima, uno de los más brillantes inventos del capitalismo, pues basa el funcionamiento de estas entidades en la irresponsabilidad. Como las funciones del rey. Gracias a esta figura jurídica podemos asistir a espectáculos como el de ayer, en el que unos administradores que presentan pérdidas son reelegidos por el 96% del capital representado. Porque aquí, como siempre, vota el dinero.  Sigue leyendo

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¿Quién quiere casarse con mi hijo?

PEX CORRESPONSALÍA AVENIDA DE LA PAZ La democracia es una mierda. Así, sin más. Los griegos, esos seres a los que la vida le va de la única manera que le puede ir a descendientes de violadores de niños, enfermos mentales que se iban a la guerra en calzoncillos, poetas, filósofos y demás calaña, nos hicieron creer que es la mejor forma de gobierno. Pero no lo es y no hace falta abrir un periódico para darse cuenta de ello. Sin ir más lejos, en el bloque de éste que les escribe vive un señor que se dedica a ponerle cabezas de gambas y leche a los gatos del barrio. Y sí, ese hombre tiene el mismo a derecho a votar que Punset, Pérez-Reverte, Dinio, Andrés Pajares o Pepe Mel.

Por lo tanto y aplicándolo a lo que nos ocupa, la democracia no es la solución para el Sevilla. Para empezar porque esto es una sociedad anónima deportiva donde cualquier atisbo de funcionamiento democrático está descartado. Los griegos no son bien vistos en el Sevilla y Tsartas fue una excepción del que siempre se decía que le olía la nuca a serranito del Trini regurgitado por maromo tras noche loca en la Alameda. Además, si usted se ha podido abonar a pesar de que no cabemos (jeje), mire a su derecha, a su izquierda, al calvo de la fila de delante y a la abuela que grita “HEZUUUU” cada vez que Palop saca de puerta confundiéndolo con Navas.

Definitivamente no estamos preparados para volver a ser un club de fútbol. Posiblemente, y no sin falta de lógica, si Del Nido se presentara a las elecciones a presidente del Sevilla ganaría, del mismo modo que si se presentase a alcalde a Zoido se le abrirían las carnes. La democracia no funciona, entérense. Sigue leyendo

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El constructor de la gloria

PEX CORRESPONSALÍA SANTIPONCE Ser del Sur está muy mal visto en todas partes. Que si no nos lavamos, que si no sabemos hablar, que si somos incultos, vagos y atrasados, que si perdemos todas, todas, pero es que todas las guerras. En las dos últimas hay que reconocer que tenían toda la razón los del Norte, tampoco seamos chovinistas de brújula. Por cierto, un inciso. Con el objetivo de poner una pica más en nuestra expansión imparable, PEX desea anunciarles que lanzamos al mercado editorial esta magna obra, editada en Pyongyang en 1976, que hemos estado pasando a word por la cara durante el mes pasado y poner así nuestro granito de arena para el triunfo de la ideología Juche. ¿Cómo adquirir este volumen imprescindible? Muy sencillo, nos envían un email a conkimilsungviviamosmejor@pexedichions.com y por el módico precio de 25 euros les remitiremos un pdf con el libro a su dirección de correo electrónico para que puedan leer y comprender las penosas condiciones de vida a que se enfrentan los trabajadores coreanos que tuvieron la mala suerte de encontrarse al sur del paralelo 38 en 1953. En espera de la masiva respuesta de nuestra fiel parroquia ante esta oferta, sigamos. Decían en Trainspotting (el libro) y en The Commitments (la película) que los irlandeses son los negros de Europa. Nada que objetar. Pero menos quejarse porque si es jodido ser irlandés, nacer en, según las palabras de W. H. Auden, poeta inglés y pederasta, valga la redundancia, “este trozo arrebatado a la ardiente África y soldado crudamente a la industriosa Europa”, ¿qué es? ¿Vivir en Disneylandia? Si además tienes la desgracia de haber venido al mundo al sur de Sierra Morena, la cagaste. Con un futuro más incierto en nuestra tierra que el de un padre carmelita en Barcelona en 1936, tenemos que aguantar que nos insulten, nos ninguneen y, lo peor de todo, imiten nuestro acento a la mínima que pasamos de Despeñaperros. ¿Te imito yo a ti, que parece que hablas con la boca llena de sopa, hijo de puta? Aquí hablamos un español evolucionado. Hay demasiadas consonantes en este idioma, así que las quitamos y el mensaje no sufre merma alguna. Eso sin mencionar que, gramaticalmente, nos follamos a la  península entera. A ver si nos enteramos de una vez, amigo septentrional que nos lees: decir “dala dos besos” es el mal. La ETA. Dale, hostias, dale. Objeto indirecto. Das los besos, no das la persona. Pero es que con el leísmo es todavía peor. Les juro que yo he escuchado alguna vez “es que cuando me pusieron el wifi, el que vino a instalármele”. Tal cual. Y como ellos son los que hacen los diccionarios y reforman la gramática, ahora todo es leísmo aceptado y normalizado. Le mataron, le enterraron, le follaron. ¿Le mataron a quién, a su madre, a su vecina, un nervio para practicarle una endodoncia? Unos mierdas que se están cargando el idioma nos dicen a nosotros que no sabemos hablar. Demencial. Otro gran éxito es aquello de que no trabajamos. En el verano de 2003, en la ola de calor más impresionante que hayamos vivido, los sindicatos alemanes consiguieron que se recortara la jornada laboral porque a unos abrasadores 35º a la sombra es imposible currar. Treinta y cinco grados, lo que aquí hace en abril como te descuides. Dile al jefe que no vas al trabajo porque en la calle hace 52º, a ver dónde te manda. Para rematar, donde lo dan todo y consiguen ponérmela dura es cuando nos usan de chivos expiatorios de sus políticas absurdas. Aquí ya se unen al linchamiento el resto de andaluces y pagamos el pato, tengamos culpa o no, los sevillanos, los negros del Magreb. O negros-judíos-moros-gitanos, todo junto. ¿Que en Cataluña la educación es un desastre? En Sevilla no se les entiende, a mí que me registren. Que el alcalde de Málaga tiene una huelga de servicios de limpieza; la culpa es de Sevilla, que se lo lleva todo. Que una señora mata a vergajazos a su marido en Jaén en la época del verdeo; malditos sevillanos que están siempre comiendo aceitunas en el bar y nos llevan a esta deshumanización. ¿Ustedes se imaginan al Zoido justificar nuestro chiste de metro porque en Cádiz se llevan subvención los carnavales? Y a mí qué me cuentas, trabaja que para eso te pagamos, maricona. Respuesta tan sensata parece que es imposible que la procese ningún español nacido al sur de Lebrija y al norte de El Real de la Jara. Seremos negros-judíos-moros-gitanos, mas somos sabios. O al menos, indolentes. En las buenas, aprovechamos nuestras cuatro cositas y pasamos el rato como podemos sin meternos con nadie. Cuando vienen vacas flacas, sacamos lo mejor de nosotros y, como son muchos años de estar comidos de piojos y mierda, hacemos de la necesidad virtud. Tomen un libro de recetas de tapas sevillanas, si no me creen. Nuestros platos más suculentos parece que se fraguaron en una tarde en la que no había nada que llevarse a la boca y uno dijo, bien, antes que morirnos de hambre, lo que sea: tú, llégate a la huerta y arrambla con todo lo que encuentres, ya sea tomates, pepinos, pimientos o ajos. Lo mezclamos todo y lo aliñamos y a ver qué sale. Tú, ve al pinar aquel y si puedes cazar alguna paloma, bien, y si no hay más cojones que conformarse con gorriones o lo que sea, te los traes igual. A los niños los voy a mandar al secarral ese de allí y que cojan caracoles, bichos repugnantes donde los haya, pero más cornás da el hambre. Y yo que tengo estudios y una caña de pescar me acerco al río a ver si pica algún barbo. Que no saben a nada, pero echándoles vinagre y pimentón se les puede sacar el jugo. Así, camaradas, inventamos nada menos que el gazpacho, los pajaritos fritos, los caracoles y los barbos en adobo. Cimas indiscutibles de la gastronomía universal. Chúpate esa, Berasategui. El cocinero, no el tenista aquel que tenía un drive extrañísimo. Y sin nitrógeno líquido. Engañabobos.

Cooperación y hermandad tan idílicas no se dan casi nunca, vamos a admitirlo, que esto es PEX, no una bitácora regionalista. La mayoría del tiempo somos una pandilla de indeseables, vagos y parásitos que no valemos ni el trabajo de mirarnos. Si hay tanta gente que no nos puede ver, por algo será. No vamos a ser nosotros los únicos buenos y el resto del mundo una pandilla de cabrones. Para que nos pongamos todos a una tenemos que vernos con el agua al cuello, sin más salida que tirar hacia adelante o pegarnos un tiro en la polla. Tal y como se encontraba el Sevilla Fútbol Club en el año 2000. Colista destacado y con el descenso más que asumido, con una plantilla descompensada y desmotivada, más una deuda que había obligado al club a emitir cédulas hipotecarias con la idea de recaudar unos 3.000 millones de pesetas que evitaran la venta del Ramón Sánchez-Pizjuán y nuestra marcha al Olímpico sito en el glorioso municipio de Santiponce, desde la cúpula del club se empieza a planificar la nueva temporada a mediados del mes de abril. En un alarde de coherencia organizativa inaudito en este club, se empieza por el principio: contratar al que será el máximo responsable de lo deportivo en el curso 2000/01. Se barajan varios nombres: Sergio Kresic, entrenador de Las Palmas; Gregorio Manzano, del Valladolid; Lucas Alcaraz, entonces director técnico del Dos Hermanas; Joaquín Caparrós, sin equipo desde septiembre cuando fue cesado del Villarreal; Rafael Benítez, también sin equipo; y el entrenador del Rayo Vallecano, don Juan de la Cruz Ramos Cano. Todavía quedaba más de un mes de competición y casi todos los vendecolchas con los que se tenía contacto estaban inmersos en el fin de campaña en sus respectivos equipos o, como en el caso de Benítez, preferían esperar a otras opciones más atractivas tanto en lo deportivo como en lo económico. Quién iba a querer ir a una casa de putas que contaba en su plantilla con gentuza como Rabajda, Nando o Marcelo Otero, todos pagados a precio de oro, 80, 90 y 150 millones de pesetas respectivamente por temporada para ser exactos. El Sevilla era una institución que olía a muerto por los cuatro costados. En esta tesitura, sólo un auténtico tarado mental podía aceptar la oferta sevillista. Por ejemplo, un hombre que hubiera dejado una plaza de funcionario, en un país donde los presidentes de gobierno anarcocapitalistas son inspectores de Hacienda o registradores de la propiedad, para entrenar al San José Obrero de Cuenca. Qué huevos. Sin duda alguna, don Joaquín Caparrós Camino, JC en sus siglas al igual que la única persona que ha hecho milagros más gordos que los que el utrerano se disponía a realizar aquel ejercicio 2000/01, debía ser el elegido.

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Monchi más allá de la puerta de Tannhäuser

PEX CORRESPONSALÍA  SANTIPONCE Yo me cago en Javi Varas y en el supuesto milagro del Camp Nou. Un momento, no vayan raudos a escribir un comentario insultándome como acostumbran. Todo tiene una explicación. A medida que iban pasando los minutos del partido de Barcelona, mientras iba viendo parada tras parada de nuestro guardameta, me convencía cada vez más de que salíamos enteros del Estadi del Fútbol Club Barcelona (ni nombre tiene el estadio, que manda huevos la cosa. Hace falta ser… lo que sea) y a la vez acudía a mi memoria, al principio tan leve como la comprensión que puede hacer Fazio del teorema de Fermat, después haciéndose más palpable el recuerdo, el partido en el que vi el mayor milagro que voy a presenciar en un estadio de fútbol en mi vida: la victoria que logramos en el Vicente Calderón en 1996 con don Ramón Rodríguez Verdejo bajo palos. Sigue leyendo

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