Perder es lo normal. La frase no es mía, pero me identifico tanto con ella como si lo fuera. Romper boletos no premiados, el alcoholizado regreso a casa sin medio ligue a la vista, que los de selección de personal descubran la porosidad de tu CV al contacto con su ano. Que en la radio no suene tu canción favorita, o al menos una que te guste. Eso es lo habitual, y por eso es tan bonito cuando ocurre lo contrario. En el fútbol, el axioma se multiplica. En todos los países, cada temporada vencen un puñado de elegidos, pero la amplia mayoría no. El 99% pierde. Año tras año. Que el Sevilla haya conquistado tres uefas consecutivas supone tal excepcionalidad que podría compararse al avistamiento de ballenas barbadas en Utrera. Incluso el equipo con mejor palmarés en la Champions la pierde (o no la disputa, que es peor) nueve años por cada uno que la gana. Sigue leyendo
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El silencio
Franco Vázquez, en una maniobra absurda, se gira y hace un boquete en la barrera. El tiro de Durmisi, nacido para morir en su pecho, acaba entrando en la portería. Delirio verdiblanco. Éxtasis en La Palmera. No se vive tal algarabía desde la presentación de Denilson. Pero es más que comprensible: llevan mucho tiempo sin poder hacerlo. Siete largos derbis sin cantar un mísero gol, siete. El ruido es ensordecedor, y el estadio parece que se va a caer. Los cimientos, los nuevos y los viejos, tiemblan. La afición se embelesa, retoza y se frota los ojos vidriosos. Marcarle al Sevilla es lo más parecido a un título que han paladeado últimamente, y toda esa amargura contenida tiene que salir por algún lado. Sigue leyendo
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La machine de George Louis
PEX CORRESPONSALÍA SANTIPONCE (Háganme el favor de pronunciar mentalmente el título de este cronicón, o de viva voz si son ustedes celadores de un hospicio y quieren enseñar la verdad de la vida, el fútbol, y el amateurismo en esta mañana de domingo a los chavales, no como si estuviera escrito en inglés, pues no hay nada más cateto y propio de los locutores deportivos televisivos y radiofónicos de este país que pronunciar los nombres extranjeros como (aproximadamente) piensa el perpetrador de la retransmisión que se dirían en inglés. De ahí que todas las W de los alemanes las pronunciemos como U. O que lo de arriba sería una especie de “Yorch Luis”. Y no. Imagínese, camarada lector, apoltronado en un sillón de mimbre. Una camisa de seda, desabotonada, por toda indumentaria. Juguetea con su collar de perlas de metro y setenta y cinco centímetros, mientras mira a un señor bajito, calvo y en chándal que entra en la estancia y la encuentra a usted mordiendo una de las cuentas de su collar, darle una fumada a su cigarrillo que pende de una boquilla de tres palmos de largo y, mientras mira al enano entrar, usted mantiene el humo en la boca, lo deja escapar poco a poco, para, a continuación, con la mejor voz de putón de que sea capaz, diga algo así como “Chogch Luí”. Esa es mi imagen mental para decir el nombre del Pastor de Casilda en francés y me sale como si acabara de escapar de un prostíbulo del departamento de Provence-Alpes-Côte d’Azur.)
Ni uno solo del más que probable millar de exámenes que habré hecho en mi vida lo aprobé sin copiar. Cambiazo, profesor subnormal con el que es un crimen perder una tarde estudiando si sabes que no habrá problema en hacer el examen con el libro sobre las rodillas, echar un ojo a un compañero, chuletas. Lo que sea. Gracias a esta manera de encarar los desafíos académicos desarrollé una memoria fotográfica incompleta: me acuerdo de todo lo que leo, pero no puedo recordar nada palabra por palabra. Por eso, pido disculpas por no acordarme de los nombres de los protagonistas de la anécdota, pero aseguro que es real y que podrán leerla en la biografía que Paul Preston escribió sobre don Francisco Franco Bahamonde. Resulta que en los 60, durante el nunca bien ponderado desarrollismo, Cerillita manda como nuevo embajador ante la Santa Sede a un meapilas del Opus. Familia numerosísima, duchas frías, misa y comunión diarias en gracia de Dios, y cilicio los viernes. Uno de ese plan. El día de entrega de las cartas credenciales le dan un pequeño refrigerio como homenaje. Una bagatela. Una pequeña kermesse, se diría hoy, que el Santo Padre es natural del Río de la Plata. Topa con un alto cargo de la curia. Un cardenal italiano que sabe que a Dios se le puede servir de muchas maneras y que ese imbécil que tiene ahora ante sí representa al país de mierda que sumió al suyo en las tinieblas y se cargó, nada menos que, el Renacimiento. Al tano le cae bien el español. Cuando se despiden, le dice, “oiga, y usted ¿es creyente o está en el secreto?”
Sampa, el Pastor de Casilda, está en el secreto. No es un imbécil, como, lo reconozco, pensé en un primer momento. No se cree nada de lo que dice. Porque lo que dice, desengañémonos, es como un muro de Facebook de una treintañera recién parida. Quién podría estar en contra de ir siempre a por el contrario, de pasar a la historia por cómo se jugó y no por lo que se ganó, de erradicar el hambre y la mortalidad infantil en el mundo o de que nada menos que todo el universo conspira para que consigas lo que deseas si lo pides muy muy fuerte, pero muy fuerte de verdad, tía. Nadie. Pero todo eso es mentira. Es imposible, no se puede. Este es un mundo muy cabrón. Sampa, que vivió el Proceso de Reorganización Nacional en sus carnes, lo sabe. Y tanto que lo sabe, como que se libró de una estancia a gastos pagados en la ESMA gracias a que su padre era madero y le decía a qué reuniones ir y a cuáles no. A la Juventus que vaya a buscarla a su campo un Agnelli, mi equipo, no. Si voy a jugarme pasar a octavos de final de Shempions a un estadio hostil y me vale perder por la mínima, no tengo ninguna pega en salir sin delanteros. Y si me tengo que enfrentar a un equipo que lleva un pobrecillo que sí que se ha creído a pies juntillas las mamonadas de Bielsa y le meto un gol de córner, que yo iré de someter con la posesión pero tengo un índice de acierto en jugadas a balón parado apabullante, te voy a dar la pelota y voy a quitar a Guti HAZ por Kolo (digan conmigo, “qué huevos”) porque así voy a tener espacios a la contra sin esa rémora del 22 a quien ayer se cargó con toda la razón del mundo y te voy a meter dos más. Como diría Diego Pablo Simeone antes de que lo poseyera el espíritu de Paco Jémez: “para ti, la posesión; para mí, los espacios”. Y anoche, con 10, sencillamente, no se jugó más. Eso no es menottismo. Eso no es bielsismo. Eso parece contradecir al Huracán del 73. Eso es ser listo como el hambre. Un tahúr. Un embustero. Un yonkigitano. Uno di noi. Sigue leyendo
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Me tienes loca, calvo
PEX CORRESPONSALÍA SANTIPONCE Hay gestos que resumen un futuro. Si en la mañana que cumples 18 añitos te vas a la Ciudad Deportiva José Ramón Cisneros Palacios a ver un Sevilla Atlético-Moralo pudiera ser, sólo pudiera darse la posibilidad, de que no vayas a compartir un porvenir parecido al de Alejandro Bicorne de Macedonia. Pues ya ves tú qué pena. Así que ahí estaba yo a las once y media de la mañana viendo a nuestros chavales en su segundo partido como locales de la temporada 1998/99 del grupo IV de Segunda División B. A las doce empezaba en Butarque un Leganés-Sevilla. El que ganamos con gol de Igor Gluscevic de penalti, aquel. Poco antes del descanso, me acerco a un señor que llevaba puesto un walkman. Le doy un par de golpecitos en el hombro y le pregunto cómo va el Sevilla. “¿Eh?”, me responde, con un despliegue vocal a todas las luces innecesario. Que cómo va el Sevilla, oiga. “Ah, no sé.” Incrédulo, no me resisto a hacerle una pregunta personal, ¿pero no está escuchando al Sevilla? “No, no, yo estoy escuchando música.” No he odiado más a nadie en toda mi vida. Música. Ese subnormal estaba escuchando música. En un Sevilla Atlético-Moralo y con el Sevilla jugando un partido en Leganés, estaba escuchando música. Pues exactamente así vi anoche el partido. Con los cascos en las orejas y conectados al móvil que, a su vez, tenía sintonizado con Rock FM a todo lo que daba de volumen. Todo por culpa del puto fútbol moderno, las operadoras de televisión por cable, que han desvirtualizado este noble deporte y envían las imágenes a sus abonados con 38 minutos de retraso y de modo selectivo, por lo que si el del bar de abajo tiene más antigüedad como cliente en la empresa, tiene un decodificador premium o es un hijo de la gran puta con suerte, ofrecerá a sus clientes, a cambio de una cruzcampo rancia, la posibilidad de ver, disfrutar y, me cago en todos sus muertos, gritar, los goles del Sevilla Fútbol Club, mientras que yo, en mi casa, miro con cara de tonto a la tele, en la que sólo atisbo a Gabriel Mercado recoger la pelota de manos de un chavalito con peto para efectuar un saque de banda a treinta metros de la línea divisoria de medio campo y no consigo encontrar el motivo de tanta algarabía. Y esta no es manera de disfrutar de un partido con aprovechamiento. Sigue leyendo
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Amateurismo y peronismo
PEX CORRESPONSALÍA SANTIPONCE Sampa militó en la Juventud Peronista. Descubrí este dato al leer una entrevista que le hacen en el último número de la revista Panenka, entrevista que, por cierto, aparece tras el mejor artículo que se haya escrito nunca sobre los últimos diez años de toda la polla del Sevilla Fútbol Club, redactado por este chavalote, a quien se le ve un tío sano a la par que atractivo, soltero y siempre receptivo para el jaleo, queridas lectoras. No es dato baladí. Que Sampa sea peronista, digo. Lo otro, tampoco, claro, pero vamos a lo que vamos. El peronismo es un movimiento político tan heterogéneo que te puedes encontrar desde terroristas de extrema derecha a grupos guerrilleros como los Montoneros. Una especie de yin y yang donde no hay en absoluto equilibrio, el yin es Reinhardt Heydrich, el yang Sor Ángela de la Cruz. Algo tan amplio que, imagino, porque en realidad no tengo ni puta idea de lo que hablo, casi equivale a ser argentino. Quien quiera ahondar en esta esquizofrenia de los españoles del Río de la Plata, puede ver esta película, que tiene un título bien bonito, de tango, hay hostias por un tubo, y todos, aunque parezca mentira, se hacían pajas con don Juan Domingo Perón.
No escapa a esa esquizofrenia, don Jorge Luis. Dice que Perón es la personalidad más notable que ha dado Argentina. Y es fan del Che. Como ser fan de Rodrigo Rato y tener tatuajes de Durruti. Ahora miren su aspecto. Esas gafas de Calculín. Esa voz de carajote. Su temita de ser recordado no por ganar sino por cómo ha ganado. Observemos ahora su porte de recién licenciado de presidio. Esos tatuajes. Su admiración por grupos que vendrían a ser los Camela de Argentina. Y lo de sacar la pelota desde atrás, mamonear con ella, tener ayer en San Mamés un espacio entre defensa y medios del tamaño del condado de Treviño, dar un pelotazo con los defensas a la altura del área pequeña, que gana de cabeza un jugador del Athletic y, o bien tienes a Usain Bolt como último defensor, bien no dejas en fuera de juego ni a tu puta madre. No es que nos tome por tontos, no es que sea incoherente. Es que es peronista.
Mes y pico después de la última die Chronik (todo suena más tétrico en alemán) no jugamos a una mierda, titos. No entramos por banda. No entramos por el medio. El Sevilla necesita unos 42 minutos de media para tirar a puerta. El viernes, medio borracho, vi Moneyball. Llorando a moco tendido, pensé, joder, esto quiere hacer Sampa. Cambiar el juego. Tiene un compromiso para darnos espectáculo, no escucha y sigue. Por eso le dan caña. Porque amenaza lo establecido. Ganso es nuestro Hatteberg. Lillo, el gordo drogata de El lobo de Wall Street. Vamos a follárnoslas a todas. Horas después, el hígado y los riñones cumplen con su obligación, te sientas a ver el partido y llega esa hija de la gran puta de siempre: la realidad. Aunque esperamos que Sampa haga un Billy Beane o, sencillamente, un Juande o un Unai, es normal que parte del sevillismo se cague en todo cuando ve cabronadas como la de ayer. Repasemos, sin más, el juego de los 14 mamones que ayer llegaron a la marca de 22 partidos seguidos sin ganar fuera de casa en Liga.
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Saliendo del armario
PEX CORRESPONSALÍA SANTIPONCE Qué asco me da ver a Lillo sentado en el banquillo del Sevilla. Cómo se puede sentar nadie con la espalda encorvada, las rodillas juntas y, entre ellas, las palmas de las manitas alineadas perfectamente. Primero, porque con esa pose tiene pinta de tonto hasta Clint Eastwood vestido de marine. Segundo, porque es Lillo. En el Sevilla. Lo que llevaba años poblando nuestras pesadillas, ahora, agosto del año del Señor de 2016, es una realidad. Este hecho espantosamente cierto puede causar que el Sevilla Fútbol Club, mientras va ganando una final de Supercopa de Europa, minuto 91, balón dividido en la esquina izquierda de la portería defendida por Kiko Casilla, un señor serbio al silbato, que ya te ha señalado un penalti que no te lo pitan en un Gloria Bistrita-Steaua de Bucarest con don Nicolae Ceaucescu en el palco y en el bolsillo de su americana una quiniela con un dos fijo, señala córner en un balón muy dudoso y que nunca te lo pitarán como tal en un partido contra el mismo rival en el Santiago Bernabéu ni en tu puta casa, ahí, y sólo ahí, debe terminar el partido, y no que un minuto después te haya empatado una final un tío que, por sí solo, justifica el bombardeo con fósforo blanco de la Ciudad Deportiva José Ramón Cisneros Palacios para asegurarnos de que no volverá salir nadie de allí que te haga tantas cabronadas que deja en chavalito revoltoso a Gonzalo Queipo de Llano y Sierra, enterrado con todos los honores en la Basílica de Santa María de la Esperanza Macarena. Sigue leyendo
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