El pastor y el bohemio

PEX CORRESPONSALÍA AVENIDA DE LA PAZ Tras el uno por uno publicado hace unas semanas, la sección de comentarios hirvió, se levantó en armas, gritó, exclamó, defecó en nuestros difuntos, mancilló el honor de nuestras madres y, por si fuera poco, nos llamaron lights. La principal razón que movió a la mayoría a insultarnos es que los palos no habían sido suficientes. También hubo alguien que dijo que echaba de menos un análisis de los entrenadores que nos dirigieron durante el curso. Y para que vean ustedes que no somos nadie sin sus lecturas, apuntes, objeciones, sugerencias, ofertas y piropos sin los que no seríamos capaces de levantar la vista de la acera cuando nuestras madres nos envían por el pan, aquí tienen lo que deseaban. ¿Palos? No cojones, lo de los entrenadores.

¡Ah! El verano. Esa época en la que la burguesía pudiente emigra hacia las costas para caminar por las noches por el paseo marítimo de alguna localidad gaditana u onubense en pantaloncito corto, polo, jersey sobre los hombros y chorreones del cucurucho de vainilla que intentan saborear bajando desde la muñeca hasta el codo. Mientras tanto, el proletario se afana en sobrevivir. Con el aire acondicionado a 16 grados, sacándole el mayor partido posible al wifi y gritándole “hijo de puta” a cualquier gabacho montado en bici que aparezca en nuestra pantalla de plasma de chorrecientas pulgadas. Proletarios sí, gilipollas ni mijita.

Pues hay gente rara. Pero rara de cojones. Hasta el punto de que se pasan todo el verano buscando una productora en condiciones y una agencia publicitaria de postín para hacer una campaña de abonos que se cague la perra.  Aparte de los raros están los listos, que se inventan una productora y graban con un equipo alquilado un anuncio para captar nuevos socios con la primera idea que a uno se le pasa por la cabeza, pegando el consiguiente mangazo. Oscuro y desenfocado fue el nombre tapadera que el futuro director general de nuestro club eligió para poner a un señor con acento argentino a decir estupideces. Si nos hubieran preguntado, nosotros hubiéramos mantenido el nombre de la productora, pero hubiéramos elegido al Dioni como protagonista del anuncio.

¿Y estos tres párrafos de pura mierda? Miren ustedes, sí. Para decirles que al final al carajo lo de Bielsa y que fichamos a Marcelino. Gracias a Dios (o no) la campaña de abonos ya estaba rodada y antes de echar a perder tan tremenda inversión y pensar en un anuncio en el que un cabrero llamase a su rebaño al grito de SEEEEEEVVIIIIIILLIAAAAAAAAARRRRRGGGGGGGHHHH, pues dejamos la que estaba. Marcelino nos ilusionó, no nos engañemos. Veíamos a un joven que no había ganado nada, que llegaba con hambre, que posiblemente le salieran canas con el tiempo y, aunque lo echaríamos de menos en ocasiones, podíamos vivir sin que tartamudeara. Que veíamos a Juande pero en versión compañero de clase del instituto, hermano pequeño de familia numerosa que se viste como si aún estuviera en el año 87.

Y el embuste nos lo creímos. Vaya si nos lo creímos. Media inglesa decía algún hijo de puta. Ganábamos en casa y empatábamos fuera, marcábamos con relativa facilidad y no nos marcaban porque nuestro portero parecía que no era y no había salido de donde efectivamente era y había salido. Analizando con perspectiva ganábamos y empatábamos de coña, pero lo importante era el resultado. Mientras, en Atenas, a un hombrecillo del Arahal se le ponía la cara aún más en forma de esquina al escuchar esas cosas. La mentira duró hasta que tuvimos dos partidos en casa ante potencias como el Racing y el Granada. Nos cortocircuitamos, empatamos uno y perdimos el otro. Y al carajo Marcelino. Fue el principio del fin. Hubo repuntes, el anhelado 4-3-3, goles de circo, no se puso la trenca, puso a un chino a jugar un derbi, le echó cojones a Palop y Kanoute y se fue llorando. ¿Le guardamos odio? Tsé. Ni sí ni no, sino todo lo contrario.

Tras la fase rural, las mentes pensantes (¡?!) estimaron que necesitábamos un cambio radical, volver a los orígenes, reinventarnos, remangarnos  y apretar los dientes. Después también cayeron en que podían tirar para adelante con Míchel y que fuera lo que Dios quisiera. Y así fue. Melomerezco aterrizó en Sevilla, dejó fuera de la convocatoria a Medel y Spahic por hostiarse, le metieron los pelos para adentro en San Sebastián y nos salvó contra Osasuna. Sí, en ese partido nos salvamos. Todo lo demás fueron pataleos que no llevaron a nada. Vino diciendo que le gustaba el 4-3-3 y que quería reinventar a Reyes y no pudo o se le olvidó muy pronto. Perdió el derbi, la grada señaló a los jugadores y en el siguiente partido pidió a Caparrós. “Ahora tengo que hacerle caso a los que cantan que hay que matar a un Ultrasur jajaja” comentaba el máximo mandatario de la entidad sin tener en cuenta que las paredes tiene oídos. ¿Qué aportó Míchel? Bueno, señaló a los jugadores y si el aficionado medio hubiera mirado a la luna y no al dedo que la señalaba se hubiera dado cuenta de que era una hostia sin manos a la dirección deportiva. La hostia con manos hubiera sido poner al filial a jugar en lugar de las oportunidades de mercado, pero Míchel no es gilipollas y sabe que podía mangar, al menos, otro año aquí.

Finalmente así ha sido. Para la próxima temporada tendremos una magnífica remesa de nagüillas, visillos, cortinas, colchas, nórdicos y sábanas de franela. Al menos sabremos a lo que atenernos y convendremos que los responsables están en el césped y en el palco, no en el banquillo. Y tendremos un entrenador guapo por fin, algo que no se recuerda en la historia de este club. De derechas y católico, de paseíto con la familia por la playa después de haber cenado en casa porque no está la cosa para ir a los bares y niño comparte el calipo de fresa con tu hermana. Cómo me gusta Sevilla y el Sevilla en verano.