Golluts hartos de calçots

PEX CORRESPONSALÍA SANTIPONCE O pobres gentes aquejadas de cretinismo severo y bocio del tamaño de una sandía a causa de la endogamia propia de zonas aisladas de la civilización hartos de cebollas silvestres sin el menor aporte calórico o alimenticio. A eso se enfrentará el Sevilla Fútbol Club este sábado. Porque no nos engañemos, esto de ahora del Fútbol Club Barcelona es de 20 años para acá. Este equipo siempre ha sido una puta mierda, perdedores endémicos, acomplejados y con unos delirios de grandeza que no se sabe muy bien de dónde venían pero sí cuándo acababan: en el momento en que la realidad se presentaba de golpe. Fíjense cómo serán de fracasados que en 1946 llegaron segundos a la última jornada, a un punto del líder, el partido que les quedaba era precisamente contra el primero y en su campo. En 1946, recuerden, aquellos bonitos años en que, si eras un equipo serio, lo normal era ganar como local por más de seis goles de diferencia. Como hacen sólo ellos ahora, pero entonces lo hacía cualquiera. Pues no se les ocurre nada mejor que dejarse encajar un gol en la única ocasión del rival, empatar y tirarse todo el partido asediando la portería contraria sin resultado, a pesar de los 25 minutos de descuento que disfrutaron. Sí, esto le puede pasar a cualquiera. Pero ese líder era el Sevilla Fútbol Club. Eso no le ha pasado a nadie en su putísima vida. Hace falta ser pringao.

Sólo es un ejemplo, claro. Pero hay más. Cuando el que suscribe empezó a ir al fútbol los notas estos tenían una liga más que Athletic de Bilbao o Atlético de Madrid. Había visto ganar más ligas a la Real Sociedad que a ellos. Fichaban a todo lo que se movía para al final comerse la misma mierda todos los años: el mejor jugador de la Eurocopa del 80, un alemán con pinta de Hilerjunge y modales de cervecero bávaro, pero que le pegaba como Dios bendito a la pelota, para ellos. El mejor jugador del Mundial 82, mejor del mundo con sólo 21 añitos, para ellos. El máximo goleador del Mundial 86, para ellos. Resultado: una sola liga, en 1985, una verdadera casa de putas en lo institucional, jugadores cocainómanos, motines de la plantilla en bloque contra el presidente; mientras que un equipo que basaba su once inicial en una extraordinaria generación de canteranos, en un sudaca cabrón en punta que metía todo lo que tocaba y con un entrenador heredero de la Holanda del 74 gana todas las ligas sin oposición. ¿A que les suena un modelo y otro, y unos resultados y otros? Tanto presumir de modelo de gestión y les enseñó el camino su máximo rival hace la tira de años. Hace falta ser chufla.

En el ínterin de todo lo anterior, la que consideramos es la perla de toda la historia azulgrana pre-Cruyff, o pre-Guardiola, o pre-equipazoqueloganatododandoascodebuenosqueson. Sevilla, 7 de mayo de 1986. Para más inri, estadio Ramón Sánchez-Pizjuán. Final de la Copa de Europa entre Fútbol Club Barcelona y Steaua de Bucarest. Setenta mil barcelonistas en la grada contra los 11 rumanos y los seis o siete  funcionarios que venían a vigilar a los angelitos no fuera que desertaran. Todo listo para que, al fin, ganara el Barcelona su primera Copa de Europa, jugando “en casa”, contra cuatro muertos de hambre y con un equipo muy superior. No tienen cojones de meterle un gol durante 120 minutos ni durante 4 tiros desde el punto de penalty a ese abanderado de la raza de los Cárpatos de nombre Duckadam. Ellos meten dos. Y primer equipo de Europa del Este en ganar la máxima competición continental. Hace falta ser triste.

Y desde una perspectiva puramente sevillista, estos tíos para mí eran un Valencia de la vida, con la salvedad de que nunca los vi descender. Equipo molesto, de los de arriba, pero que sabías que ni iban a ganar la liga, ni por supuesto iban a ganar aquí. Que se llevaban recopas y eso, pero ese título lo consiguieron hasta equipos de la RDA. No era un baremo serio. Yo no los vi irse con los dos puntos de aquí hasta que ya era mayorcito, con un gol de Alexanco a última hora que le puso la plantilla a la altura del cuello a Unzué dentro del área pequeña. Ahí me dije, si salen vivos de aquí, éstos son cosa seria. Claro que aquí también solía ganar el Logroñés. Es igual, acerté. Cuatro ligas seguidas, casi el 50% de títulos que tenían hasta ese momento. Y una Copa de Europa, en la prórroga, de falta que entra por el palo del portero y con incidente internacional incluido por la fijación de parte de su directiva de hacer alardes de submarinismo para celebrar sus escasas alegrías. Hace falta ser criaturita.

Porque eso es lo que tienen los perdedores, los acomplejados y los que se ven siempre bajo la bota de otro que, invariablemente, viste de blanco. Se vuelven criaturitas. Se montan sus mundos paralelos, sus títulos morales, sus “y si…”, sus “qué mala suerte hemos tenido…”. A Guruceta lo recusaron durante casi toda su carrera, como ya dijimos en su momento, por un penalty que les pitó en el año 70. Casi 20 años de recusación. A Brito Arceo le quisieron hacer lo mismo, por el penalty que le pitó a favor al Sevilla en 1989. Lo que no dicen nunca es que ese penalty supuso el 3-2, que quedaba un cuarto de hora para finalizar el partido y que les metimos dos más en ese tiempo. Que no fue una victoria por 0-1. Tristes hasta decir basta. ¿Y qué hace uno cuando es tan así? Inventarte historias de miedo para unir a los fracasados de tus seguidores. Que si más que un club, que si me cambiaron el nombre cuando Franco, que si me fusilaron un presidente, que si somos el ejército de Cataluña según sir Bobby Robson (suponemos que para el inglés el IRA debió ser miembro del Consejo de Seguridad de la ONU con derecho a veto). A nadie le cambiaron el nombre, ni al Sevilla, ni al Athletic, ni al pobre Atlético de Aviación. A nadie, sólo a ellos. También sólo a ellos se les recalificaron los terrenos de Las Corts por una millonada, a través de decreto de consejo de ministros y con la firma del entonces Jefe del Estado, S.E. el Generalísimo, antibarcelonista furibundo. Hace falta ser trápala.

Por todo ello, cuando el sábado a las 22:00 comience el partido y caiga lo que tenga que caer, no se lo tengan muy en cuenta. Lo que llevan tragado no tiene nombre. Inventarse una grandeza, una cultura, y unos mitos para haberse tirado su primer siglo de existencia con una Copa de Europa más que el mejor equipo del Magreb, tiene que ser duro. Y podríamos ser crueles y ponernos a enumerar los premios Nobel de la región de los vagos y la del motor de la Península. Pero dejémoslo estar y hagamos esa comparación con un país mucho más acorde en cuanto extensión y población a Cataluña: Premios Nobel Guatemala-Cataluña; 2-0. Hace falta ser fracasado.

La lacra de la endogamia. Pobres enanos mentales y físicos.