¿Alguna vez has bailado con el diablo bajo la pálida luz de la luna?

¿Se acuerdan de la última semifinal de Copa? Sí, hombre, seguro. Vale que hemos tenido tantas últimamente que es posible que se entremezclen en la telaraña cerebral que conforman los recuerdos futbolísticos. Pero hagan memoria y verán como si fuese ayer aquel balón que ÉL intentó alojar en la portería rival y, si no lo consiguió, le faltó muy poco. Aquel ambiente originado por la visita del equipo grande de ese fragmento de tierra que alguien tuvo a bien llamar Madrid, y no la cochambre a rayas con la que nos toca batirnos el cobre ahora. Pues ese día, este que les escribe tenía un examen. Todos hemos hecho pamplinas por cuestiones balompédicas. Desplantes a amigos, a parejas, a familiares. Viajes sin sentido, recursos económicos malgastados en cosas relacionadas con el fútbol en lugar de, qué sé yo, pagar alguna letra del coche, obtener opiáceos de camellos desdentados o comprarte una guitarra nueva. Pues en el partido de ida de aquella semifinal lo tuve claro. Mi examen era a las 19:30, y el partido comenzaba a las 21:00. Si hubiese estudiado en la facultad de Económicas, o en la de Psicología, pues a lo mejor. O en el Rectorado, como mucho. Pero si te ha tocado acudir cada día al culo del mundo, conocido por algunos como La Cartuja, lo tienes complicado para regresar con celeridad a la civilización cuando te sea preciso. Vamos, que no me daba tiempo ni en cien vidas. Primero, porque los exámenes no empiezan a su hora ni equivocación del profesor mediante. Y segundo, porque el puente se pone que da gloria verlo a esas horas, y no digamos ya los que circulan en bicicleta, sino las marujas enguatadas en mallas horteras, avanzan más rápido que los que quieren salir de ese páramo decorado por una amalgama de edificios sin orden ni concierto. Total, que lo supe en cuanto vi la fecha del partido. Al carajo el examen. Ya me presentaría en la siguiente convocatoria, que era en junio. Para contextualizar un poco el asunto, decir que no era un control de dos temas de Conocimiento del Medio en 4º de Primaria, sino que se trataba de un cuatrimestral de una de las asignaturas más importantes del último curso de la carrera que cursaba. Dicho y hecho, mientras mi compañeros se estrujaban los sesos yo me acercaba tranquilamente a Nervión a ver si los chiquillos tenían ganas de hacer algo ese día. Todo un ejercicio de responsabilidad y madurez, no se atreverán a negármelo. Aquel partido se perdió y yo aprobé la asignatura más tarde, me licencié y ahora tengo un bonito título con el que limpiarme el culo cuando me levanto fino. Pero ese no era el objetivo de la anécdota. Más bien se trataba de definir el público, de delimitar a qué lector va dedicado este escrito. Para los que se hayan sentido identificados por tener una historia similar de aquel día, o de cualquier otro. Para aquellos a los que la cordura les dio de lado en algún momento de sus vidas y se entregaron, desamparados emocional e intelectualmente, a las desventuras que le produce el fútbol al aficionado medio. Qué coño el fútbol, el Sevilla. Pues para esos, para sus cojones, mañana hay otra semifinal. Y el que no tenga pensado entrar en el estadio con el alma en la mano, que abandone raudo esta bitácora y arribe a cualquier otro portal en el que le informarán de cosas tan banales como las posibles alineaciones o el encargado de arbitrar el encuentro. 

Bien, ahora que ya estamos los que tenemos que ser, no es preciso recordar la alta estima en la que tenemos al Atlético de Madrid. Un club señor, una afición modélica. Un ejemplo a seguir, en definitiva. Sólo con recordar este partido, o, en su defecto, este escrito que enlazamos, sobran todas las previas para mañana. Pero no, dotemos de algo de actualidad al relato. Nosotros venimos de perder en Barcelona, pero hay muchas formas de hacerlo. Además, en parte porque peor no se podía estar, venimos en línea ascendente. Ellos acaban de ser eliminados en Uefa y no atraviesan por su mejor momento de la temporada. Pero es que, en realidad, todo eso da igual. Aunque ocupásemos el último puesto clasificatorio y ellos estuvieran a punto de campeonar. Lo de mañana es otra cosa. Quien ha estado en el Ramón Sánchez-Pizjuán en una noche grande lo sabe perfectamente. En el momento en el que salimos vivos del Calderón a todos se nos hacía la boca agua. Vamos a quitarnos la careta ya, si es que hasta preferimos perder por un tanto y que sea necesaria una mínima remontada para permanecer enrabietados soñando con el triunfo. Somos así. Seríamos felices, qué duda cabe, obteniendo una manita allí y dejándolo todo resuelto. Pero en el fondo, nuestra parte gitana se alegra de que el partido de vuelta no sea un trámite, que se escuche el sonido agudo de los cuchillos afilándose en toda la ciudad y que vengan, que aquí estamos.

Decíamos en la previa del partido de ida que pobre de aquel que nos quiera robar la ilusión. Que había que ir a morir. Esta vez es diferente. Pobre de aquel que nos quiera quitar el odio. Hay que ir a matar. Porque son ellos los que vienen a nuestra casa, y la iniciativa ha de ser nuestra. No nos queda más remedio. Ellos son los que cuentan con un ejército mediático a sus espaldas que, además de execrable, es totalmente injustificado. Pero ahí están, colocados en las radios, los periódicos, las televisiones. Narradores que tratan al que se enfrente a ellos como si fuese un conjunto modesto de Budapest, sin importar que en realidad sean grandes de Valencia, Bilbao o Sevilla. Inalámbricos que apagan el micrófono cuando en el Calderón se oyen desgarradoras menciones a los muertos, los nuestros, y los de otros. Cuando más de medio estadio profiere gritos racistas. La prensa calla y, si abre la boca, es para decir que esos son cuatro locos, que no representan a lamejoraficióndeespaña. Pues será casualidad, pero es en el único estadio patrio en el que suceden esas cosas. Ellos lo saben, viajan con el equipo a otros lugares, tienen oídos, pero callan. Y, si no callan, inventan cánticos de la afición sevilista en su estadio. El pupas, el equipo del pueblo, que vive a la sombra del malo malísimo, el Madrid. Me cago en vosotros cien veces. Sobreviven gracias a un proteccionismo constante. Al ya comentado de la prensa hay que añadirle uno muchísimo más grave: el de las instituciones. Sólo así se entiende que un equipo endeudado con todo el mundo, incluida la Agencia Tributaria, siga jugando en Primera. Qué coño jugando en Primera, permitiéndose realizar fichajes millonarios como el de Falcao. Que uno de los mejores delanteros del mundo juegue en el Atlético de Madrid es el resumen perfecto de esta Liga que nos toca sufrir. De esta sociedad, si me apuran. La mujer del César aquí no tiene que ser honrada, ni siquiera parecerlo. Puedes ser un ladrón y encima irte a esquiar y cagarte en el que se atreva a preguntarte que oye, que qué pollas pasa aquí. Y, aunque comparado con algo de tamaña importancia esto pueda resultar fútil, luego están los pequeños detalles. Si Diego Costa no jugase en el equipo en el que lo hace dejaría inmediatamente de ser un aguerrido luchador para convertirse en un hijo de la gran puta que se merece la expulsión en cada encuentro. Si Simeone no entrenase en el Manzanares su conjunto no rebosaría fibra y nervio, más bien serían once guarros pegando patadas a todo lo que se mueve, especialmente los del centro del campo. Y así hasta el infinito.

Pues para eso estamos nosotros. Para, pese a todo lo que les rodea, recordarles que aquí abajo hay un puñado de majarones que no se traga tanta patraña, y que sólo representan alimento para nuestra aversión. Aquí estamos, para ganarles. Como aquella vez en Barcelona. En Barcelona, sí, una sede que supuso otro trato de favor más hacia ellos. Ganar como casi siempre desde que los dos conjuntos militamos en la máxima categoría. Cabe recordar que, excepción hecha del presente, lo habitual es que quedemos por encima. Y en Copa para qué hablar. Nuestra casa, las estadísticas, nuestra mejoría reciente. Esgriman el argumento que prefieran para emocionarse ante la cita aunque, bien pensado, sobran todos. Y están muy bien todas las iniciativas; aislar al equipo, recibirlo en autobús, el bufandeo, todo. Pero con esto sobra: nos disputamos una final contra un equipo nauseabundo. Tanto el amor como el odio tienen defensores que los consideran el motor del mundo. Afortunados nosotros, ya saben, los que acudimos al estadio con el alma en la mano, porque citas como estas aúnan los dos sentimientos por igual.

Permítanme ahora, estimados lectores, sacar a colación una cita cinematográfica. La que titula este escrito, sin ir más lejos. En el Batman de Tim Burton, estrenado allá por 1989, el genial Jack Nicholson interpretaba el papel de Joker. Y a alguno de los guionistas de la cinta se le ocurrió que ese personaje, antes de poner fin a una vida, debía formular esa cuestión a su víctima. Si alguna vez había bailado con el diablo bajo la pálida luz de la luna. Algo muy similar convendría preguntar a todos aquellos equipos que osen bajar a Sevilla en una noche como la de mañana. Con el equipo enrabietado, con Gol Norte guiando a una afición que lleva demasiado sin enseñar sus colmillos. Desgraciadamente, hemos adquirido la costumbre de pelearnos entre nosotros, pero somos únicos cuando tenemos que hacer causa común contra alguien. Olvídense del amor, el odio es lo que mueve al mundo. No hay que mirar al palco siquiera, sólo al escudo. Al que preside el templo futbolístico de la ciudad y al que llevamos en el pecho. Porque es el escudo, esto es, nosotros, el que está a un partido de la gloria. A 90 minutos de volver a jugar en Europa el año que viene. Ya se puede poner por delante quien quiera. Que vengan, que los estamos esperando. Y ni somos el Joker ni hacemos la pregunta. Nosotros, todos juntos, somos el diablo. Y ya hemos empezado a bailar.

23 comentarios

Archivado bajo La previa de la jornada

23 Respuestas a “¿Alguna vez has bailado con el diablo bajo la pálida luz de la luna?

  1. Anónimo

    Vaaaaaaaaaaaamossssssssssssssss!!!!!!

  2. Reptile

    Textos así hacen que las horas hasta el partido se me hagan aún más largas. ¡A muerte!!!!

  3. Magnífico!!.

    Enhorabuena al autor por ser tan diablo cuando la ocasión así lo requiere.

    Vamoooooooooossssss!!!!!!!!!!!!

  4. María

    Engorilamiento máximo después de leer el artículo. Bestial.

  5. Pepillo "El Gamba"

    ¡Hombreee….!, piensa en el disgusto que se llevará la tiorra ésa de San Blas que siempre usa la muletilla «¿Vale?».

    De toas maneras, habrá que pasarlos por la piedra y dejarles el bullarengue en condisiones lamentables.

    ¡¡¡VIVA EL SEVILLA!!!

  6. UNODELMONUMENTO

    Aún lo recuerdo.
    Hector Oracio Scotta en carrera enfila hacia el marco de la canalla rayada.
    Booommm, obús rasante que impacta el el pecho de Pepe Reine (el padre)
    que lo eleva tres palmos del suelo y el balón de de reglamento (los de cuero auténtico, que se pujaban como un bollo «pa» gazpacho) entrando manso en las redes.
    Fabuloso gol en la tarde del diluvio universal.

  7. Demetrio

    Colchoneros: Putas y Chaperos.

  8. Me cago en la puta que engorilamiento. Yo no pude hacer uno de los examenes mas importantes del trimestre porque fui a Madriz a la ida de la semifinal y la verdad es que lo volveria hacer. Espero que no nos fallen.
    MORIMOS POR TI, VENCE POR NOSOTROS

  9. Anónimo

    a por los sijodeputas

  10. Tus muertos

    VAMOS SEVIIIIIIIIILLA NO LE FALLES A TOOOOODA TU GENTEEEE

  11. Ya que no se nos ha concedido cabalgar en Gaugamela para ver como los vacilones de la época se lo hacían encima y se largaban cagando leches camino de las de villa Ecbatana, vamos a acercarnos al Ramón Sánchez-Pizjuán a embrutecer a 11 de los nuestros con la noble intención de que no salgan de allí sin mearse en las cachas del enemigo.

  12. Illo, de exámenes en aquella semifinal? qué jovencito

  13. Anónimo

    sin palabras, me ha puesto los bellos de punta, a machacar al patetico y dejarnos la garganta por nuestro equipo y cuando te falle la voz canta con el corazon……

  14. Diego Costa

    ola ke ase? sevillanas o ke ase? bulerias o ke ase? en la final o ke ase?

  15. Diego Costa

    Hola soy Diego, feliz no-final!

  16. cerdilladoor

    Gooooool in dooooooor, ups sorry in palangana way, anyway Puerta mete goool y el cerdilla…yonkies y gitanos.

    • jelicic

      Llegar a la final para perderla…malditos segundones de la maldita capital..aun os escuece el cacas del porculo que os dimos aquella noche de mayo de 2010 que os la metimos por atras y os la sacamos por la oreja..

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